miércoles, 30 de julio de 2008

El hombre… ¡Qué tristeza!

El hombre… ¡Qué tristeza!

A mis hijos y a Magari

Qué tristeza el hombre,
revive las sombras siniestras
cargadas de miedos, de llantos, de hambre,
muerte, desolación y angustia.
En su obsesión alocada, toma
la paleta y pinta
con pincel de ambición
sobre lienzos ajenos
imágenes de ayes
de un gran dolor.

Unta colores de sangre.
Color de cuerpos tendidos
besando la tierra
o mordiendo los pastos
u orando al cielo
con ojos cerrados.
Ya muertos. Despedazados.
Sentados. Torcidos. Desarticulados.

Qué tristeza el hombre.
Descorre las lajas
que cubren las tumbas
que a los despojos otrora sellaran.

Después de exterminio y
mutilación de la vida,
revive en la frialdad,
desgracia, desastre, orfandad y masacre.

… Y nos trae la guerra
la viste de gloria
simulando con ella
colores que la paleta no tiene.

Tiñe el pincel, tiñe la tela
de rojo, de negro y gris.
Los cuerpos están sin cabezas.
No tienen brazos, ni piernas.
Es más…
Con tristeza, la Vida comprueba
que casi ni el cuerpo
al cuerpo le queda.

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