miércoles, 17 de septiembre de 2008

Hagamos la guerra... Total...

Hagamos la guerra... Total...


‘A mi hija Laurita, como guía en La Vida, que la ayude a discernir entre la Estupidez y el Sentido Común’
(En virtud de la invasión a Irak de la mano de EEUU)



¡Está jodida la cosa!
Los ‘cuerdos’, desatan la guerra.
Los ‘locos’ nos abstenemos.
“¡Que importa en la humanidad, tu parte,
si lo que quiero es ayudar la mía!”

… Y tal mensaje nos mina.
… Algo así como:
“Vale más esto mío, que aquello que es lo tuyo.
Es más, aquello tuyo, también es mío,
por lo tanto te conmino que te vayas,
que abandones estas tierras
y me dejes aquí el mando.
Me lo des sin consecuencias… O arrepentimientos.”

“¿Usurpación?… Y… ¡Sí!
… ¡O te vas, o te cago a patadas!
Sin importarme, cuantos de los tuyos
y de los míos, caigan”

“Todo esto, en aras de apaciguar presiones
de grandes capitales y ambiciones,
y algunas cosas mías que cargo a mi espalda.”

“¿Los saldos?…
¡Ah!… Los saldos…
Y… ¡Bueh!… Después lo vemos.
Ahora, iniciemos la guerra.
Eso sí, no te rindas.
Si no te has ido
no sirve de nada.
Matemos un poco de humanos
y que éstos queden bien muertos.
Desparramemos más químicos.
Que queden los campos yermos.
Que no se pueda acariciar tan siquiera
las cuerdas de una guitarra.
Que ni vuelen los pájaros…
Sólo misiles y balas.
Que lloren los niños.
Ellos no comprenden. No saben nada.”

“No importan las formas
en que los cuerpos queden.
Mirando hacia el Este o hacia arriba.
Masticando la arena
o besando la tierra.
Torcidos, derechos, sentados
o despedazados.
Pero eso sí
que haya heridos y muertos.
“¡Qué importan posturas!
Lo que sí importa, es ganar la guerra
a costa de sangre y vida de otros.
No la nuestra… ¡Total!
La historia, según el que escriba
lavará cerebros”… -El agresor proclamaba-

… Y por más que grites,
la diplomacia vendrá
en un caño de acero
que pondrán en tu cara.
Y… “¡Que hagas silencio!” -Dirán-
Porque eres nada.
… Y mucho menos
cuando volar intentas
por tus propios medios.

Entre ideologías, religiones,
costumbres obligadas
y pasiones egoístas, descontroladas,
la tierra se hunde, se despedaza.
… Y el hombre no sabe,
o sabe, y prefiere ignorarlo;
en esta tierra, no es el que manda.
Está la Vida, que lleva las riendas
y él, complemento minúsculo
que nada comprende,
en su universo está solo de paso
y lo que la historia escriba
lo leerán sucesores de aquellos muertos.
Y tal vez, con un poco de suerte
¡Ni ellos!… porque,
en una de ésas,
en La Tierra quede nada.

Sólo la Vida en un rincón escondida.
Dispuesta y con ganas
a reiniciarse pronta,
pero sin el desliz,
sin aquél descuido.
Y en su nuevo intento,
seguro,
no hará del hombre,
-Conejillo de India-
su triste ensayo.
Tonycarso

miércoles, 10 de septiembre de 2008

De todos los dineros, el dinero.

De todos los dineros, el dinero.

Avanzaba con la pelota pegada al pie. Nadie como él para desequilibrar con su endemoniada gambeta y llevar de la mano a su equipo al triunfo.
Contra ellos debíamos jugar. Dábamos por descontada la derrota. Ya que no teníamos ni tan siquiera para empezar.
Entre las profundas carencias técnicas, los vapores nocturnos del alcohol y los tabacos aspirados, dábamos muestra de un estado físico deplorable. No obstante, temores y vaticinios aparte, estábamos obligados a clasificar. Teníamos necesidad de los premios en efectivo que se sumaban según los partidos ganados y para lograr el primer paso deberíamos triunfar con una diferencia de dos goles.
Todos éramos sabedores del destino de aquel dinero. Arturo esperaba inconsciente, en una sala de terapia bajo una carpa de oxígeno la llegada de esos billetes de los que desconocía su existencia, su forma y su intención; así como la humedad de transpiración que sus amigos y compañeros dejábamos sobre el césped para conseguirlo, ante la irresponsabilidad de lo hecho la noche anterior.
Las tribunas gritaban su apego al equipo de Fabián. Todo estaba a su favor. Todo en nuestra contra.
Esperé hasta último momento. Y a punto de entrar al campo de juego, tomé la posta y encaré a los muchachos impulsado por la cinta de color que confirmaba mi titularidad como capitán del equipo. De pie, enfrentándonos en una rueda, nuestras cabezas unidas en el centro mientras las miradas se comían el césped y los brazos se entrelazaban en un patético símbolo de unión sobre las espaldas, mi voz sonó clara y precisa. Con el mensaje y las palabras justas.
- Sé que soy lento en las marcas, pero de Fabián me encargo yo. Confíen en mí. Y… ¡A ganar!
El que debía confiar en que lo planeado diera resultado positivo, era yo. Conocía el lado oscuro de aquel muchacho y debía aprovecharlo. Era mi única carta fuerte y tenía que usarla con contundencia.
La pelota se puso en movimiento y las piernas empezaron sus discontinuas danzas para apoderarse de ella, mientras orgullosa se entretenía siempre entre las del más hábil.
Desde el inicio, el juego se centró en nuestro campo. No llegábamos a hacer otra cosa, más que defendernos. Hasta que anunciado por los pelotazos se vino abajo la defensa y el primer gol llegó con fanfarrias… Y con él, comenzó a marchitarse nuestra esperanza.
Ya en el segundo tiempo y por la gracia bendita de nuestro espíritu, sólo perdíamos por 1 a 0. Y fue ahí cuando pude apretar más la marca de Fabián. En uno de los tantos encontronazos, pude cometerle el esperado foul dejándolo tendido en el pasto, a costa de la amonestación que me sacaba del medio en el próximo partido.
Mientras lo ayudaba a ponerse de pie y callando su protesta, lo congelé con mí mirada mientras le decía mansamente:
- Sé quien se llevó el dinero que faltó en la urna de la colecta… Y sé también dónde fue escondido.
Mis palabras taladraron su cerebro y la palidez aumentó imprevistamente en su rostro. Una suerte de temblor se apoderó de su cuerpo y por un instante imaginé que saldría corriendo de la cancha.
Intentó balbucear algo, pero los sonidos no conformaron palabras con sentido claro. Sus ojos quedaron desmesuradamente abiertos y aproveché para insertar los míos en ellos cargados de intención.
- Si perdemos, la vida de Arturo peligra…- Le dejé flotando en sus oídos y me alejé-
La derrota de su equipo no alteraba su posición. Ellos ya estaban clasificados.
Y aquel grupo débil, que jamás llegó a enterarse cómo neutralicé cada jugada que Fabián generara, se retiró triunfante y proyectado hacia la meta fijada.
Por la noche, todos estábamos en el sanatorio alentando en deseos el aguante de Arturo y esperando al director del instituto, para poner en sus manos el comprobante que certificaba el monto de dinero requerido, que le entregaríamos al día siguiente.
En una imprevista aparición y con una amplia sonrisa de satisfacción en su rostro, nos informó que la operación había finalizado con éxito.
El asombro nos envolvió a todos.
- ¿Cómo es que lo operaron si no había dinero?- increpé al cirujano…- Es más, lo habían especificado claramente: ¡Carecían de medios económicos para abastecerse de la complicada tecnología!
Inmediatamente, el mismo Director se encargaba de disipar nuestra confusión. Manos anónimas habían hecho efectivo horas antes, los costos de internación y cirugía de Arturo.
En la algarabía, mezclando abrazos con lágrimas, nos preguntábamos por aquel milagro.
Desde un rincón próximo a la salida, Fabián clavó su mirada en mis ojos y asentí con un imperceptible movimiento de cabeza. Sonrió satisfecho y desapareció por la puerta principal, perdiéndose en aquella noche de milagros, equilibrios y secretos inconfesos.

martes, 9 de septiembre de 2008

TRIQUIÑUELAS FANTÁSTICAS

TRIQUIÑUELAS FANTÁSTICAS

- ¡Buenas noches!… – Y nadie respondió –
El aula vacía… pero las voces llenaban el recinto.
Ahora Daniel leía la consigna desde su espacio acostumbrado, pegado casi a las ventanas.
Nada habitual se veía. Las paredes desnudas transpiraban sus fríos sin armarios ni afiches… Y yo seguro de un miércoles de cita con las letras; pero de sus portadores sólo ausencia.
Daniel silenció su lectura bajo la aprobación ritual de Eugenio, al tiempo que habilitaba a Susana para narrar ahora la suya. Fue entonces que tosí reiteradamente con el firme propósito de molestar, más todo seguía igual. Ellos estaban ahí… Yo también… Y los escuchaba al tiempo de sentirme ignorado.
Grande fue la sorpresa cuando escuché mi voz retumbar en la sala leyendo este relato.
¿Quién de los dos leía?... ¿Cuál era el que escuchaba y nada veía?... ¿Alma y cuerpo disociados?... ¿En qué momento y ante qué circunstancia se produjo el desenlace?
La confusión no dio tiempo a advertir que yo entraba en la sala…
- ¡Buenas Noches!… – Y nadie respondió –
El aula estaba vacía. La voz de Daniel proclamaba su texto y a su término Eugenio, nuestro profesor, daba lugar a Susana para el suyo. Más tarde, mi voz atronó en la sala desierta con este relato y un eco repitiendo cada palabra… ¿Mi cuerpo? ¿Mi alma? ¿Mí…? Y…
- ¡Buenas Noches!… – Nuevamente yo aparecía y el aula vacía –

"… Las manos que hoy tengo han sabido de rezos..."

"… Las manos que hoy tengo
han sabido de rezos…"

De rodillas en lo que era polvo y en la que hoy humedece mi piel y mis huesos, con el rocío eterno de lágrimas que mojaran las manos que hoy tengo y han sabido de rezos, expongo mi rostro al Universo, gastado, surcado por el tiempo, e increpo a la Vida por el cansancio en las esperas de tantas respuestas mudas a mis pedidos… Y hundo la mirada desde mi alma sin rostro en la espesura de la nada, y tal vez de un todo, en busca de lo no recibido, de lo no concebido, de lo negado… Y grito en el silencio su nombre… Y no responde.
Como hombre que soy me envanezco, y la soberbia llena de ceguera mis ojos y mi conciencia, hasta el punto de no verla, hasta el punto de negarla…
Ella estaba ahí. Siempre estuvo. Y con un susurro acercó su suave voz a mi Alma:
- Tu error –me dijo-, has olvidado vivir. Toma el maletín que te diera en un inicio, mira en tu interior y encontrarás lo que siempre buscabas. Yo estoy en ti.
Y entonces reí… Y entonces lloré. Lo hice como aquel recién nacido, como aquel niño que fui.


Mi Réquiem


Mi Réquiem

Si mi quietud dice de seriedad en mi rostro
no atormentes tu existencia
en tristes pensamientos.
Pon en mi boca un rictus de sonrisa
porque yo
– en la eternidad dentro de mí –
ya estaré sonriendo.

martes, 12 de agosto de 2008

Los espejos de mi alma

Los espejos de mi alma
A Maca

Hoy voy a limpiar
los espejos de mi alma
hasta el más recóndito espacio
entre sus ángulos.
Intentaré borrar
las imágenes guardadas
esperando no sumirla
en el calvario.

Hoy, voy a acariciar
con sutil y suave paño
la superficie
de los espejos y sus entrañas.

Sacudiré a los vientos
los recuerdos…
Y en el intento…
Espero no quedarme sin el alma.

CONCEPTOS…

CONCEPTOS…

Sepia es la leyenda. Es el pasado… Pero a decir verdad, sepia es todo lo que está ocurriendo.
El presente es una delgada capa imperceptible, es la línea ínfima divisoria; es algo tan efímero, que tal vez ni exista entre el ayer y el mañana.
¡Es tan veloz el presente!... Casi no se alcanza a percibir su paso. Es una ráfaga constante; aunque extienda la mano con intención de detener algo en ella, nada queda. Todo como viene pasa… De un lado lo sepia, del otro, blanco nieve o transparente, según se quiera ver el futuro.
Nada detiene al tiempo, sólo la mente, en mis pensamientos en un sutil engaño virtual.
Logro escribir y hablar en presente pero cuando lo hago, ya es pasado.
No obstante, a veces creo que el presente es constante, permanente. Sin un antes ni un después, pero ese concepto trastabilla cuando el peso del pasado en mis hombros, hace acto de presencia para resguardar mi identidad.

Los sonidos… ¡Aquellos recuerdos!

Los sonidos… ¡Aquellos recuerdos!

- ‘¡Plof!’ -Sonó a hueco- Ese zapallo no sirve -...Y el peón, desde el camión, lo arrojó al vacío-
Tony continuó escuchando atentamente los cachetazos que había inculcado a cada uno de los 6 obreros de campo sobre cada pieza. De esa revisión dependía el buen precio que lograría su padre sobre un mercado amplio como el de Buenos Aires.
Los sonidos se habían hecho carne en él y no solo se deleitaba en los golpes que aquellos daban, más, cuando alguno emitía uno desafinado, su ego se llenaba de todo al mostrar un conocimiento natural. Pero las siestas, esas largas siestas en donde el músculo más rebelde reposa durante las calientes horas de un rígido verano norteño, en donde ni el ladrido de un perro muerde el espacio, en donde se escucha lastimosamente algún cloquear de gallina aburrida en busca de insectos distraídos, en donde los oídos se le inundan de chicharras en preguntas y respuestas mientras el paso acelerado, suave y apagado de algún lagarto, deja una minúscula estela de polvo sobre el sendero elegido… Esos sonidos de propiedad exclusiva de la naturaleza, son con los que él se deleitaba y adormecía en la modorra, bajo la sombra -en andar cansino- de un viejo algarrobo.

lunes, 11 de agosto de 2008

El valor relativo y absoluto de un rollo fotográfico



“El presente, una delgada capa imperceptible. Una línea ínfima divisoria… Algo tan efímero que tal vez ni exista entre el ayer y el mañana.”


Tonycarso



A Laurita



El valor relativo y absoluto de un rollo fotográfico



- ¡Excelente Tony!… ¡Excelente la obra que has presentado!… -lo felicitaba Carlos mientras otros a su vez, exclamaban- ¡Es sin duda la mejor!… -a la par que el resto sentenciaba-
- … ¡Es la foto que debe lucir el primer premio y no un tercero como le asignaron!
- … Y… Son cosas del amiguismo -aventuró el viejo colega en voz baja-.
- Tengan en cuenta que el autor del primero y segundo premio, es la misma persona… Y sin desmerecer sus obras, es el que provee de productos al laboratorio del club organizador… -Concluía en tono sarcástico e infidente, el viejo fotógrafo-
Cansado de poner su ojo tras el prisma, como dejando en el aire los elementos de sospecha para una denuncia y cancelación definitiva del certamen.
Aquellas palabras tiradas al aire por alguien de peso, minaron el ambiente; desde ese momento, cualquier concurso futuro, tendría un dejo de dudas sobre su seriedad.
Pero Tony mantendría su postura inalterable; había medido las falencias. Rápidamente y convencido que lo suyo era lo correcto, aceptó la imposición del jurado.
Llegó para competir contra “Los Grandes” en su primera participación en la categoría mayor, exponiendo sus obras, producto de su innata e incansable inspiración creativa trasladada al negativo en las andanzas de un fin de semana.
- El tema es libre dentro del recorrido desde la estación Retiro hasta El Tigre… -había sido la consigna dada por los directivos del foto club-
… Y allá fue con el bolso cargado de elementos que en su mayoría ni usaba, pero que llevaba ‘por si las moscas’.
¡No!... Para Tony ya estaba todo dicho. Su naturaleza lo dejaba conforme con el solo hecho de demostrar y principalmente demostrarse, que tenía un alto valor de creatividad entre sus oponentes fotógrafos y artistas consumados. Alguien le había arrimado a su oído, que en su obra leía se leía una poesía de la imagen.
Se había probado a sí mismo, y el tercer premio otorgado no dejaba de ser un triunfo… Pero, por las derivaciones que tuvo el concurso, desvirtuando la nobleza de un certamen cristalino, aquel rollo de fotografía que usara para sus obras, pasaría a tener para sí un valor relativo.
Diferente fue cuando contrataron sus servicios por primera vez para un casamiento.
Ese primer rollo que emplearía en el civil y la ceremonia religiosa tendría una historia muy probada.
Tembló cuando asumió aquel compromiso, aunque le alegró la vista ver sobre el escritorio los primeros billetes que llegaban a sus manos como un anticipo y confirmación de sus conocimientos bien asimilados. No obstante, cuando tomaba conciencia, sentía que el piso se movía. Sabía de su responsabilidad y si bien estaba seguro de su profesión, desconocía todos los pasos a cubrir. Así fue que a partir de ese momento, y durante los dos meses de tiempo que lo separaban de la fecha prefijada, lo empleó en parte viendo álbumes de colegas, acudiendo al Registro Civil de la zona durante los días hábiles y a los templos los fines de semana.
Su obsesión era tal que cierto día, para asegurar las tomas durante la ceremonia en el civil, se calzó un traje y se mezcló entre los invitados, llegando a darle un beso en la mejilla a la mamá del novio mientras la felicitaba por el acontecimiento, y así conseguir introducirse clandestinamente y espiar el desenvolvimiento de sus colegas.
Sabía que, mal que mal, el fotógrafo de turno, le daría las pautas de ubicación y tomas.
Una vez finalizada la ceremonia saludó a la pareja de recién casados con un efusivo abrazo y beso en la mejilla de la novia. Sólo le restaba imaginar un festejo.
No recordaba el procedimiento que empleó aquel fotógrafo cuando realizó el suyo. Indudablemente estaba en otra cosa… Pero el álbum que guardaba, le dio datos preciosos.
Y llegó el día tan mentado y temido. Transpiró la camisa por los nervios que lo consumían. Pero, la responsabilidad es prodigiosa, logró sustraerse por completo y logró, sin darse cuenta, salir airoso en cada paso que fue dando. Salvó el civil, franqueó la ceremonia religiosa, también pasó el parque y llegó el salón. Para ese entonces, ya era un fotógrafo profesional sobre la tierra… Pero su atención continuó hasta el final cuidando el detalle de cada toma elegida y utilizando tantos elementos como los que llevara en aquella oportunidad; hasta se lamentaba por no haber cargado con otros que podrían haberle sido útiles y que se le iban ocurriendo. La obsesión hizo de él, una máquina creando imágenes en toda la noche.
Cuando el festejo llegaba a sus finales y el salón lentamente se poblaba de vacíos, pidió a la pareja que lo siguiera para lograr el cierre en la presentación del álbum.
Estaba más que conforme. Sentía una amplia satisfacción saber que cada hecho estuvo medido por el conocimiento y la responsabilidad.
Pasaron veinte días. La pareja regresó de su luna de miel; los esperaba un muestrario con fotos que habían recibido exclamaciones de admiración y lo llenaban de orgullo, elevaban su autoestima y expandía su vanidad que intentaba ocultar permanentemente. Al cabo de una semana y por teléfono, recibió la primera y desagradable queja.
- ¡Los encuadres no son correctos!... ¡Tienen demasiada luz!... ¡Hay invitados con los ojos cerrados!... ¡No me gusta como estoy en las tomas del parque!... ¡El vestido se me ve arrugado en un costado a la altura de la cintura!... Y...
El pantalón se le cayó. El día se hizo noche y el edificio se le vino abajo. Supo que no debía esperar reconocimiento alguno de la mayoría de las personas cuando el dinero bailaba como anfitrión en el centro de ambas partes y los comprometidos se transforman en renuentes a pagar después de contraída la obligación.
El material se terminó de elaborar y la pareja mal predispuesta, se avino a recibirlo finalmente.
Las tomas eran decididamente inmejorables y magníficamente elaboradas... Pero no así apreciadas. Y fue entonces que una vez más, aquel primer rollo fotográfico, de un valor absoluto, se transformaba en un simple valor relativo.
A partir de esa experiencia mantuvo el manejo de todos los rollos bajo la estricta y rígida postura de un valor relativo. Relativo en las tomas de la familia que posteriormente se desintegraría. Relativo en toda nueva relación que al tiempo se diluía. Relativo en aquel fiel compañero canino que cansado de estar, partió sin avisar. Sí, definitivamente optaba por darle un valor relativo a cada rollo fotográfico que pasara por sus manos. Pero… ¡Llegó el día!… Aquel día ese rollo le diría a Tony la importancia que reúne un rollo fotográfico en la vida de un hombre, fuera de su utilidad como un elemento histórico, legal, probatorio o simple espejo del tiempo arrojado en un papel.
Tenía que pasar todo ese tiempo bajo los pies de Tony para que llegara ese preciso instante en el que el valor absoluto de un rollo de fotos gritara su propio valor, reclamando autenticidad y un pedestal.
Había pasado demasiada agua bajo el puente y también desde que abandonara aquel viejo local. Probaba hoy suerte en una especie de cueva. Un reducido espacio de dos por tres en una galería con escasa afluencia de público… Pero la apechugaba con ventas y conexiones paralelas y afines al rubro. Hasta que llegó el verano y la gente empezó a ralear. De poco, pasó a nada.
Los días se sucedían y también las ausencias. Aunque pequeños -porque cuidaba el detalle-… los compromisos o las deudas se acumulaban.
Sus cálculos ya no servían. No había con qué sustentarlos en la realidad.
- ¿A cuánto tenés el rollo de 36?... -Preguntó el hombrecito con rasgos orientales que se asemejaba más a un duende que a un humano, pero con un buen castellano-
- Este vale ocho y aquél, nueve. -Le respondió Tony, encendiéndosele una lucecita de esperanza en el bolsillo de su pantalón-
En él no había una moneda... Bueno, tampoco en su “riñonera” y mucho menos encanutada en algún escondido rincón. ¡Cero pesos!... Era su verdad. El alma sonrió. Creyó que su hija tendría el codiciado y necesitado “dinerillo” para llegar a su trabajo recientemente logrado y por el que se encontraba orgullosa. Su primer empleo.
Contaba con el apoyo de su padre... Pero sin valor del escaso metal no sabría cómo enfrentar la delicada situación.
Sin contestar, el hombrecito de rostro oriental y castellano correcto, dio media vuelta y partió.
Las sombras regresaron a los ojos de Tony; las horas de la siesta comenzaron a deslizarse acercándole la llegada de su hija, de paso al trabajo, mientras en su estómago aumentaba el concierto de carencias desde hacía 36 horas... ¡De repente!... Como siendo atraído por el fuelle llamador de la insuficiencia, llegó el hombrecito de rasgos orientales y perfecto castellano reclamando su rollo de 36 exposiciones. Presuroso y gustoso Tony se lo entregó con algunas explicaciones necesarias, y aquel hombrecito partió… También lo hizo su hija.
Fue entonces que Tony comprendió del valor absoluto de un rollo fotográfico, cuando se transforma en la única carta de crédito, para matar un compromiso y acallar el apetito... Aunque más no sea por un día.

domingo, 10 de agosto de 2008

El hombre alado


'A veces creemos que el presente es constante…Permanente. Sin un antes ni un después. Pero ese concepto trastabilla cuando el peso del pasado en nuestros hombros, hace acto de presencia para resguardar nuestra identidad.'

Tonycarso

El hombre alado


El hombre hizo lento su camino. Tan sólo faltaban diez minutos para llegar al lugar de la cita concertada. Cita de sábado por la noche que se repetía desde un tiempo atrás. La cena era compartida y le agradaba desgranar sus palabras en pos de oídos hambrientos de relatos, sentires y rimas en metáforas.
El hombre caminaba lento; nadie apuraba su paso. Era como si en cada movimiento absorbiera un poco más de la Vida. Sus pensamientos confluían en un punto y por más que quisiese alejarse de él, caprichosamente regresaba a escondidas jugueteándole a su pesar.
Deseaba desplegar las invisibles alas en su presencia entregando definitivamente el alma en la extensión de aquel abrazo alado.
Su peso no era peso que disgustara en su paso lento. Sus pensamientos estaban más allá de las molestias por las contradicciones. Él avanzaba... Él arremetía... Él insistía en su terquedad hosca y solitaria...
- Algún día… – se decía -… se abrirían las puertas de la gloria y la dicha definitivas.
El hombre ensoñaba sus pensamientos con el recibimiento por venir. Imaginaba recepciones... Manos que se tocan con ansias de ser prisioneras en momentos eternos... Miradas en silencio, de silencios en miradas que deshacen, escudriñan y entregan el alma sin contemplación, sin temores y con tiempos a la magnificencia de la Vida.
Apoyó el pie en el umbral de la puerta, mientras su corazón se transformaba en un tambor selvático anunciando la aparición esperada.
La sangre bullía en su cerebro y tuvo que buscar apoyo en la pared lateral para aspirar profundamente… Los ahogos eran continuos... Las ansias estaban acumuladas y el solo hecho de imaginar su figura descendiendo las escaleras, con la sonrisa clara dibujada en el rostro, el abrir nervioso y torpe de la puerta apurada por entregar el abrazo a un abrazo esperado, hacía vibrar su cuerpo manteniéndolo en vilo. La mano se apoyó franca y abierta en la pared, su cabeza fue hacia abajo para tomar una bocanada de aire y despedirla en una exhalación. Repitió varias veces estos movimientos hasta regresar a la normalidad y retomar la seguridad de su postura.
No tuvo en cuenta el tiempo transcurrido, y se sorprendió observando en la penumbra de la noche iniciada, el ramillete de flores blancas que colgaban del laurel… Pero no dispondría de ellas. Esta vez prefirió que quedasen y terminaran su período de Vida en sus simientes.
- Esta noche no habrá flores blancas – se dijo sin darse cuenta que aquella frase ya contenía aroma a presagio-
Aspiró nuevamente mirando un cielo entre estrellas y nubes, y una luna incompleta, creciente y escondida en algún retazo del gran espacio… Lamentó entonces el no poder ascender como antes a su cielo y volar con aquella libertad que lo caracterizaba en sus dominios. Había descendido de él, no sabía en qué momento, ni recordaba la salida. Desconocía si lo había hecho en un descuido por sí solo, o lo habían desalojado impiadosamente, impulsándolo al vacío, al descenso, a los abismos… Y en su desesperación, arañaba las paredes de los tiempos y de los espacios de sus soledades y angustias, sangrando sus dedos sin uñas y sus manos sin piel, en el afán de encontrar la brecha que lo llevara feliz a su reino celestial eternamente abierto. Tal vez fueron esas tremendas ansias las que lo impulsaron a proyectarse hasta el pulsador y oprimirlo en dos oportunidades, por temor a no ser escuchado, con la gran ilusión pintada en sus ojos, en su boca y su el alma.
Las manos estaban enloquecidas por acercar sus dedos y acariciar su rostro; su pecho ardía por adherirse a suyo y sus labios en fuego, para quemar en fuego a esos otros labios suyos. Temblaba. Era una débil rama sacudida por la brisa. Todo su cuerpo trepidaba… Pero templó sus alas; ellas harían el resto como lo hicieran otras tantas veces. Llevaban es sus grandes plumas, la magia de aquella poción que sumía en el encantamiento de un hechizo de amor.
El hombre estaba preparado. Así lo sentía. Así debía ser. Jamás con aquel sentimiento dejó de ser. La atracción era mutua, existía la dosis de química que lo hiciera funcionar… Había comunicación y nunca dejaron de percibirse aún estando en diferentes puntos del espacio… Ellos se llamaban y se encontraban… Se pensaban y se veían… Se deseaban y se poseían… Un solo cuerpo. Una sola mente. Un solo corazón.
No dudaba del poder que a ambos los unía, pero la luz que bañaría las escaleras, no se encendió… El tiempo transcurría y la oscuridad se había tornado transgresora de aquella ilusión.
Una voz impersonal se desprendió desde lo alto del gran balcón y una llave resguardada en un trozo de género, se precipitó al piso. No hizo ni siquiera el mínimo ademán de tomarla en el aire como otras tantas veces en las que hacía gala de sus reflejos. No, no era ella… Y su alma se desplomó sin estrépito, sus ansias se comprimieron en un grito sordo que pujaba en la impotencia, mezcla de broncas y desencuentros, de soledades y ausencias, de necesidades sin cubrir, contenidas en frustraciones de intentos vanos.
Tomó lentamente y en silencio la llave del piso, la introdujo con un movimiento mucho más lento en el orificio de la cerradura, deseando que jamás se abriera y despertar rápidamente de aquella pesadilla… Pero no… La cerradura cedió. No era una pesadilla, tampoco un simple sueño… Era menos sutil y mucho más cruel… La realidad.
La posibilidad que llegara más tarde no apaciguaba su dolor. Tomaría las fuerzas desde las oscuras profundidades, aspiraría todo el aire que pudiera, hincharía bien su pecho y dibujaría una sonrisa en su boca con mucho sacrificio y ardor, para entregarla a la anfitriona que esperaba solícita, apoyada en el respaldar de la silla, en uno de los extremos de la gran mesa. No comprometería a sus ojos, porque por ellos miraba su alma… No obstante, temía por su voz. Temía que ésta se tornara trémula, vacilante, ahogada por una angustia difícil o imposible de apaciguar con un trago de cordialidad.
Ya no pudo desplegar sus alas en aquella mesa. Cumplió con gran esfuerzo su cometido y se retiró prontamente. No controlaba sus acciones y temía cometer alguna torpeza.
El llanto sacudió a su alma en un vacío. Huérfano y desprotegido, partió.
Y fue ahí que enloquecido, clamó por los vientos, gritó con broncas el nombre ausente y abrió sus alas que se expandieron mucho más en el contraste de aquel cielo, perdiéndose en las oscuridades de las calles que soñara recorrer con ella, como final de una habitual cena, en un acostumbrado sábado por la noche.
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Cuentan los parroquianos en rueda de boliches, entre el vaho del alcohol que mana de las copas y raspa sus gargantas -que dicen estar siempre secas, a veces hasta la borrachera, mientras las comadres murmuran en orejas ajenas-, que de vez en cuando, en las noches con nubes y estrellas y un retazo de luna creciente escondido en algún espacio de un cielo infinitamente abierto y eterno del barrio de Flores, se escucha el batir de grandes alas acompañadas por brisas que traen en sus sonidos el nombre de su amada ausente.
También dicen que las sombras que se ven, no son sombras de nubes, son sus alas que permanecen extendidas para poseerla sin pérdida de tiempo, en un abrazo eterno con fibras finas de oro y plata, con engarces de armonía y amor, cuando la Vida le otorgue el derecho del último encuentro.

Por tu mirada


Por tu mirada

A Maca
Gimió mi Alma adormecida
ante el silencio de tu mirada,
y en mi boca la faz de una palabra:
La mentira.
Por no llorar, por no reír
por callar una verdad insostenida.

Gimió por lo que creyó estar dormido
quieto, oculto... En silencio contenido.
Fue débil el manto en su protección del frío
¡tan débil! que bastó una mirada recogida
para desnudarla y dejarla sin abrigo.

Gimió porque sabe que nada es un olvido.
Porque lo ígneo, mantiene un Amor-Fuego encendido.
Porque se entrega y se sustrae en los letargos
con intención de ocultar a otros ojos
que aún en ella, el Amor permanece vivo.

'EPIFANÍA'... Destino infinito... de un destino.

“Epifanía”
Destino infinito… de un destino


- ‘Llegamos.’ -se le escuchó decir al más joven-
- ‘¿Llegamos?…’ -respondió el anciano-
- ‘Llegamos.’ -insistió el joven-
- ‘¿A dónde llegamos?…’ -repuso el anciano-

El hombre, ocupando una mesa sobre la vereda de aquel bar, creyó que éste tendría algún impedimento visual; pero no. Algunos gestos le demostraron que aunque sean mínimos, sus sentidos estaban en orden y activos.
- Y… Sí, a algún lugar llegaron -reflexionó el hombre finalmente-… Siempre se llega a algún lugar.
Y sin más, se entregó mansamente a la lectura del matutino que iniciara unos minutos antes, desayuno de por medio, mientras el anciano y el joven continuaban buscando otro lugar adonde llegar en una agradable mañana de domingo soleado.

Carta... De la sombra al hombre

A Magari
Carta
…De la sombra al hombre.


¿Sabes?… Es una sorpresa para ti… Y una satisfacción para mí hablar contigo aunque más no sea a través de esta carta y después de haber caminado a tu lado el tiempo que llevas de Vida, con excepción claro, cuando me extravías en la oscuridad.
Tal vez lo ignores, pero al menos estarás sabiendo que también existo… Plana, adaptándome a cada circunstancia perteneciente a una geometría accidental. Unas veces me colocas adelante, otras atrás, como fastidiado por mi perseverancia; muchas otras a tu costado o saltando según tu caprichoso deambular con la intención tal vez de abandonarme en algún rincón, en un escape repentino cubierta por mis mayores, sin que pienses que estaré esperando en el otro extremo con el deber de acompañar tus pasos permanentemente, sin pedir algo a cambio.
Nací contigo. Soy hija del obstáculo. No tengo conocimiento si mi existencia es útil. Al menos sé que de algún modo lo es para otros, como la de los otros lo es para ti… Pero de algo estoy segura: que gracias a tu existir, existo. Y al existir yo, sabes que entre luces y sombras, existes. Eso… Aunque rara vez te preguntes sobre mí.
Todas somos hijas de obstáculos. Sin ellos no tendríamos existencia.
Somos ínfimas, pequeñas, grandes, inmensas, pero sin mostrar el volumen exacto de nuestro obstáculo. Es nuestro secreto entre él y la luz.
No poseemos sonidos, tampoco visión. Nos adherimos al obstáculo como el ciego al lazarillo; pero me siento feliz porque me das movimiento y por no pertenecer a las que siempre están quietas o adormecidas según la luz.
Por eso, a donde vayas, irremediablemente estaré contigo. Nací contigo. Partiré contigo.
Pero… ¿Sabes?… Constantemente recorre por mi figura plana un desagradable escozor. Cuando te abrigas a la sombra de otros obstáculos, no se aviene a mí el temor porque estás, y de alguna manera, débil, casi difusa, sé que también estoy… Más cuando penetras en la oscuridad, tiemblo. Te abandono o me abandonas y es entonces que corro hasta el otro extremo aterrada, como presintiendo encontrarte nuevamente ahí. Pero mientras la espera transcurre, la angustia de ignorar si es ésa tu salida, desespera mi existir plano y ausente… Hasta que aparezcas, porque si yo he equivocado el lugar del reencuentro o desconoces mi paradero, me corroe el temor de que ambos hubiésemos partido sin tan siquiera un cordial gesto de amistad.
Con afecto, tu sombra.

EL OTRO AMOR

EL OTRO AMOR

En planta baja el índice pulsó el botón de la chicharra y ésta sonó en el piso superior como una exclamación que estremeció el Alma del morador. Todo su cuerpo vibró.
El tiempo de ausencias, de vacíos, de silencios había llegado a su fin. Era la hora acordada, la que estaba escrita en pocas líneas en aquella nota que le diera por la mañana el encargado del edificio.
Ya no más angustias. Ya no más pensamientos oscuros y quejumbrosos.
Todo aquel tiempo de nada, se llenaría a partir de hoy con un todo. Con el Amor, la Pasión, la Ternura… Todas aquellas emociones contenidas irían haciendo su aparición despaciosamente para absorber con profundidad cada acto de entrega.
Comprendía que debía administrar con riguroso orden sus demostraciones para que su mente almacenara cada una de las sensaciones que lo invadieran.
Colocaría el índice sobre sus labios cada vez que ella quisiera explicar sus motivos, anulando el sonido de su voz para dar lugar sólo a las exclamaciones del delirio y los suspiros.
Era la hora de la dicha. Era la hora del Amor absoluto.
La chicharra de la puerta de entrada principal se escuchó y una mano empujó la hoja dejando que ésta cierre tras de sí.
Él iba siguiendo en su mente cada movimiento que ella estaba llevando a cabo, desde el instante de su entrada.
- Ahora llamó al ascensor… Y subió a él… ¡Qué delirio por favor!… ¡Estoy temblando!… -La ansiedad consumía su espera-
- Llegó al piso… Está descendiendo… Escucho sus pasos… -Se decía mientras cerraba sus ojos-
La sangre hervía en sus venas… El rostro ardía en llamas… Las sienes le latían descontroladamente… La visión le desfiguraba las imágenes.
El timbre vibró y el estremecimiento fue compulsivo. Quedó inmóvil, de pie frente a la ventana. No quería darse vuelta. Consideraba que sería más placentero presentir el acercamiento a su espalda.
Tardó en accionar el automático y la puerta del departamento se abrió. Los tacos femeninos golpearon suavemente el parquet. Con sus ojos cerrados, aspiró aquel perfume que llenara horas su mente de fantasías, mientras una voz áspera y desagradable lo impulsó a girar y mirar aquel rostro.
- … Y usted… ¿Quién es?
- Soy la mensajera de Rebeca. Me pidió trasmitirle que ya no la espere. Ella ha consolidado un nuevo hogar.
- Pero… ¿Cómo un nuevo hogar?... ¿Porqué tanto despecho?... -gimió con un hilo de voz- Ese hombre… ¿La ama con tanta intensidad como la amo yo? -logró balbucear-
- Desconozco con qué intensidad la puede amar usted, o algún otro señor, pero puedo asegurarle que mi amor por ella es muy profundo y ella me corresponde…

viernes, 1 de agosto de 2008

La propuesta



La propuesta


(Deuda cobrada)

Hermosa y sensual, ella. Esbelto y viril, él. Se conocieron en un tórrido verano, cuando ambos sufrían las inclemencias de la soledad.
El matrimonio no la privaba de un amante con quien cubrir el cupo de sus carencias sexuales y mucho menos de enamorarse perdidamente, hasta el punto de cometer numerosos actos de distracción ante su marido.
- Debo tener más cuidado… -Se reprochaba-
Si en algún momento los amantes no accedieron a convivir el resto de sus vidas, juntos, fue por decisión del hombre. Su situación no le permitía sostener un compromiso económico tan delicado.
Con algún criterio se auto rotulaba: “Un imperio en ruinas”. No concebía arrastrarla a una vida de sacrificios en la que, con el correr de los días, el amor se deslizaría lentamente hacia las sombras de los tiempos de ausencias y los cansancios a los que los enfrentaría la Vida, en pos de un bienestar.
Sus bases eran inexistentes y los apoyos, una carencia total. Los esfuerzos por sostenerse eran constantes y arduos. Cada vez que sus pensamientos eran invadidos por la imperiosa necesidad de retenerla, la apartaba de sí con un profundo y sentido suspiro. No era cobarde. No pensaba en él… Tampoco la subestimaba. Su profundo sentimiento no le permitía que ella pasara privaciones.
Le costó mucho dolor, tiempo y tortuosos sueños negociar consigo mismo y compartir sus entregas.
El comienzo fue una cruzada. Vagaba en lo peor de las profundidades asqueado de sí mismo. Muchas veces intentó salir de su camino, pero aquella presencia borraba todo tormento y la fiebre lo obligaba a una entrega sin retaceos al placer de tenerla, aunque más no sea un breve espacio de tiempo que apenas alcanzaba para cubrir instantes en una eternidad.
Tal los momentos de turbulencia febril que ambos vivían en cada encuentro, y tal el huracán de angustia y dolor que padecían cuando se separaban. Sus vidas semejaban más a un infierno que a un vivir en sobresaltos.
Marido y amante se conocieron accidentalmente tiempo después que se iniciara la enmarañada, desprolija e ilegal relación. Aunque no se trataban, sabían de sus existencias, pero sólo uno de ellos conocía la situación real.
Con el transcurrir del tiempo, sus encuentros fueron más continuos y el descuido lo llevó a frecuentar el caserón en el que ella vivía. Si bien el marido sospechaba de la fidelidad de su mujer, no veía en este acompañante con quien ella compartía sus tareas, al hombre indicado.
Un poco por estar embebido en sus investigaciones y otro por debilidad y comodidad, dejaba hacer, disfrutando de su pareja a su manera y según sus necesidades esporádicas.
Cierta tarde de apacible otoño, los amantes arribaron a la casona de regreso de una de las tantas entregas amorosas. En el interior del salón principal, tal vez incentivado por el desafío, él sintió un irrefrenable deseo de poseerla nuevamente y ella correspondió al impulso… Y la sangre corrió surcos de arterias haciéndola arder en voluptuosidad incontenible.
El marido estaría en algún lugar de aquel enjambre habitacional. El peligro de una aparición imprevista no se descartaba y eso lo hacía más interesante, acrecentando el fuego que los consumía.
La cordura de ambos en el fragor de los besos y sus caricias, contempló aquella realidad y no quisieron correr el riesgo.
Buscaron en la desesperación, un rincón que los contuviera, evitando un incómodo encuentro.
Una habitación alejada del complejo principal serviría de refugio, a la que difícilmente se acercaría su marido.
El amante se había adelantado y quedó a la espera. Su estado de alteración lo llevaba a imaginar momentos que intentaría repetir en brazos de aquella mujer para el deleite de ambos.
Ella demoró más de lo previsto. Eso no era normal y alarmó en extremo al hombre apaciguando su entusiasmo. Creyó conveniente retirarse en el anonimato para no comprometerla… Pero al intentar partir, ella llegó sonriendo, hermosa y tentadora. Se la veía relajada. También en ella el fuego del deseo se había apaciguado. La pasión se leía en cada uno de ellos, pero en el aire algo extraño flotaba. Sentándose al borde de la cama, ella le trasmitió la insólita propuesta que le hiciera su marido.
En pleno conocimiento y aceptación de la infidelidad de su esposa, aún desconociendo a su amante, le propuso participar en su hogar, con libertad sexual entre los integrantes de la familia, en un total acuerdo: el matrimonio, las dos sobrinas y el novio de una de ellas… Pero aquél, su amante, debería formar parte sin censuras de ese juego amatorio, desarticulado y morboso.
Todo dio vueltas alrededor de aquel hombre arrogante y viril. Enamorado hasta su propia esencia, no concebía tanta promiscuidad.
La imagen de su entrega al marido, lo castigaba duramente en sus soledades nocturnas, y no soportaría ser testigo pasivo y directo de un hecho que agujereaba su mente y su estómago, al tiempo de aceptar que manos extrañas participaran de ese ultraje. Todo era muy bajo… Tan vil como el haberse enamorado de una mujer casada, alterando todos los tiempos, formas de vida y proyectos en los involucrados.
- Ese hombre está enfermo –Se dijo- … Y yo lo estaría más, si aceptara esta sucia propuesta.
Envuelta en su torbellino, y anticipándose a la decisión de su amante, ella había aceptado la propuesta sin medir las consecuencias.
Confundido buscó las sombras en el salón principal, mientras la sobrina mayor del matrimonio, apoyaba el trasero sobre sus rodillas en una franca demostración de lujuria abierta. Las columnas y la penumbra, ocultaban la figura del amante al marido.
Con dolor lacerante en el alma y con la tristeza golpeando su existencia, observó como aquél pasaba el brazo por la cintura de su amada, depositando la mano sobre la cadera, mientras la trasladaba al ambiente contiguo en total aceptación y placer.
Sus ojos se cubrieron de lágrimas, mientras con furia enfermiza su mente recorría el contenido de aquella figura, maravillosa obra de arte provista por la prodigiosa naturaleza y a la que con sus labios y caricias no había dejado espacio libre sin investigar.
Le dolió la tarde. Le dolió el tiempo. Le dolió la Vida… y sobre todo, le dolió la historia, soportando el temblor de los recuerdos.
En una explosión de impotencia, apartó bruscamente a la joven de su falda. Sintió sus entrañas revueltas y entre náuseas y amagos de vómitos abandonó precipitadamente la gran casona.
Las calles de aquella villa, vieron más tarde a una bella mujer con el rostro bañado en lágrimas, preguntando con angustia en su voz, sobre el paradero de su amado hombre. Nadie logró darle información.
La casona cerró sus puertas y sus ventanas. Casi todos sus habitantes partieron con el tiempo. Aquel marido también había partido llevándose consigo la satisfacción de una deuda cobrada.
Las habitaciones lloraron ausencias y se llenaron de polvo. Los jardines se transformaron en un majestuoso predio invadido por un bosque de malezas. Sólo una anciana se acercaba solícita una vez por semana, para depositar un paquete de alimentos sobre el umbral de la entrada de servicio. Adentro, entre las sombras y una historia sin olvidos, aquella hermosa mujer marchitaba su vida en la hiriente soledad que le regaban los recuerdos. Y con la pena total de no haber logrado comunicarle a su amante que ella, finalmente, había rechazado la propuesta.

Traslación…




Traslación…
A Maca


Viajar…
Es dejar parte de la Vida en cada lugar.
Viajar…
Es llevar consigo lo que a la zaga se desea dejar.
Viajar…
Es llevarte irremediablemente conmigo,
aun intentando dejarte atrás
en un Universo dormido.

Una travesura generosa




Una travesura generosa


La soledad bullía entre las cuatro paredes frías. El invierno afuera encerraba herméticamente aquel habitáculo, presionando a la tristeza con su presencia. El hombre perdía su mirada tras los empañados cristales hundiéndolos en la blanca nieve sobre las ramas de los árboles.
Añoraba, gemía y sufría su desesperanza.
Una botella, una copa y un libro: Sus compañeros… Y en la duda, optó por los tres. Cada uno a su tiempo.
Los sorbos entre hoja y hoja y las letras cobraron vida. La “Roma” de su lectura se transformó en “Amor”. El nombre del personaje, “Jumer”, en “Mujer”. Todas las palabras conformaron textos diferentes que embriagaron más aún al hombre en un afable embrujo, mientras una suave, blanca y delicada mano, se posaba en su hombro y una seductora voz de mujer encendía sus sentidos.
Todo en el libro cobró vida. Las paredes frías desaparecieron y el rostro de ella, se apoderó de sus ojos. La soledad huyó. El dolor del alma se transformó en dicha y ambos partieron por caminos nuevos.
Adentro, la botella y la copa, vacías sobre el parquet… Y un libro con hojas en un ir y venir, hasta que una ráfaga de blanco viento dejó ver la tapa y su título: “La Dama de la Muerte”.
Afuera, tras la ventana abierta, dos huellas de pies desnudos que se alejan a la inmensidad de una nada. Y bajo aquel árbol, el escritor disfrutando su travesura de brujo generoso.


LO NEGARÁS ANTES QUE EL GALLO…




LO NEGARÁS ANTES QUE EL GALLO…


- ¿Sientes algo por él?…
- ¡No!… –Negó por primera vez-
- ¿Sabes quien es?…
- ¡No!… –Negó por segunda vez-
- Entonces… ¿No lo conoces?…
- ¡No!… –Negó por tercera vez-
… Y bajó sus enormes ojos hacia la tierra firme. Su alma se ocultó avergonzada y asombrada en esa negación, mientras a lo lejos en el amanecer tranquilo, el gallo finalizaba su canto a los primeros rayos del sol en la temprana mañana… -Parodia de aquel entonces antiguo-
El marido la tomó de la cintura y se alejaron del pantano… Y en éste, el hombre amado, en su silencio de frío y con gruesas lágrimas ardientes desprendidas de las tristezas, era devorado lentamente por las arenas movedizas de su soledad.
Desde el horizonte, avanzaron negros nubarrones entre resplandores y estruendos. Las aves con respeto callaron sus trinos. La fauna dolorida se replegó a sus nidos, cubiles y madrigueras. Los árboles avergonzados, arquearon sus ramas acariciando la tierra, mientras ésta trepidaba en la pena de aquella injusticia de fragilidad humana.

AVALÓN


AVALÓN

(Un reino escondido en el subconsciente)



Cuentan las lenguas reservadas de los ancianos, -en ruedas nocturnas casi secretas-, que en los años de… Ya ni se acuerdan cuáles, porque de tanto narrar la historia se les fueron borrando algunas referencias, y entre ellas, los años que corrían cuando sucedieron los hechos que armaron la trama y que en los relatos posteriores se transformaron en leyenda.
Desde aquel entonces, surgen comentarios que se hacen en voz baja porque existe el temor de que se los condenen por fantasiosos y enajenados.
En esa época, en tierras muy lejanas se erigían los cimientos de una pequeña aldea…, que se sabe que ya no existe; pero si así fuese, no sería reconocida como tal por la mayoría de la humanidad, porque mancharía la existencia del hombre… En ella habitaba gente común en total estado de felicidad, ya que era protegida por Hadas… Estos seres maravillosos y fantásticos, fueron destinados a asistir a los habitantes cuando estaban muy revoltosos y no se soportaban entre sí, en una prueba piloto para brindar sus dones benéficos y hacerles más placentera la Vida en la tierra.
Estas admirables inmortales, provenían de Avalón, país remoto y mágico, enclavado en una isla boscosa en las entrañas mismas de la tierra.
Todo era de maravillas hasta que llegó el día… ¡Justo ese día!..., en el que un sortilegio equivocado golpeó malamente el equilibrio y la armonía de aquella minúscula comunidad.
Una mujer, esposa y madre devota de uno de los tantos hogares de la pequeña aldea, decidió aceptar y acudir a un curso acelerado de magia para los humanos… Muy lejos de escuchar los reclamos de su esposo e hija sobre los peligros que tales artes representaban para los que no pertenecían al reino mágico.
Sin meditarlo y entusiasmada, arremetió de lleno a cultivar los conocimientos de la magia prestada, prometiendo no hacer uso de ella en el hogar y mucho menos con sus integrantes… Pero, más pudo la vanidad que impulsó al deseo y éste al descontrol… Un buen día decidió demostrar prematuramente lo aprendido rompiendo la promesa, y sin decir: “Agua va”, gritó con toda su energía, mientras sacudía frenéticamente la varita, marcando destellos de colores que inundaron las habitaciones…
- “¡Qué todo cambie y se conjugue entre sí!”
Claro que no estaba para nada entendible lo que la mujer quiso decir o al menos, qué conjuros invocaba… Lo cierto es que la mesa compartió su mitad con la silla, las puertas con las ventanas, la cocina aceptó la mitad de la pileta y los muebles se repartieron entre ellos sus mitades. La cerradura le cedió su parte al picaporte… El techo se abrazó al piso, la chimenea fue mitad escalera y ni qué hablar del resto de la casa. Pero lo que mostró el grado mayor de aquella imprudencia, se reflejó en la perra y el gato. Ellos no se repartieron sus mitades. La hija recibió la mitad del cuerpo de la perra y el padre la del gato. Las aves previsoras desaparecieron a tiempo por esas cosas del instinto conservador, con sabor a salvaje que tiene todo lo salvaje.
La desdichada mujer aprendiz de bruja buena, ante la imagen que se presentó a sus ojos, se desesperó y sin pensarlo dos veces -es más, ni tan siquiera lo pensó una- trazó nuevas líneas en el espacio con su varita para que todo volviera a la normalidad. Pero lo único que logró, fue desaparecer ella con las mitades sueltas.
Todo quedó tal como lo dejó. No hubo tiempo de por medio que dijera de la duración de aquel conjuro.
Más que preocupados, padre e hija corrieron a la escuelita de magia sufriendo en el trayecto atrocidades propias de humanos embebidos en su ignorancia y sus inmundicias. No obstante, llegaron… Golpeados, maltratados, humillados… Pero llegaron. Ella con su cuerpo canino… ¿Y él?... Con el del gato.
- “¿…Y las otras partes…?” -Preguntó el Hada promotora de los cursos para aprendiz de bruja buena, convencida de que con esta ocurrencia ayudaría a solventar los gastos del instituto y del grupo abocado a la docencia-.
La idea fue bien recibida por el Hada Suprema en su momento, pero cuando se enteró de los pormenores, supo que había metido la pata. Al momento, la congregación la despojó primero de los poderes, para expulsarla después. De tal manera, ellas conservarían honorabilidad y creencia sin hacerse cargo, por supuesto, de los errores cometidos por la súbdita proscripta… Y lo que fue más doliente… La grey no se preocuparía por los problemas de los dos mortales. Pero el Hada desplazada no era ninguna improvisada. Conservaba -demostrando su picardía y experiencia en estas lides- uno de sus poderes aún no desarrollado, el que pasó desapercibido para las Hadas Revisoras por no alcanzar un grado de notoriedad.
En la soledad de su exilio, aprovechó y le dio curso. También grandeza. Lo perfeccionó como a ninguno para sacarlo a la luz en aras del bienestar que prodiga el Hada Buena.
Concertó entonces una reunión clandestina con el padre hombre-gato y la hija mujer-perra, pero muy en secreto. No vaya a ser, que la alta jerarquía de las Hadas, le quitara el último valor… poder con el que podía recuperar también en silencio los otros, reprimidos y arrancados violentamente; así como la suma de muchos más, que se avendrían debido a la injusticia cometida, según lo que rezan las reglas sagradas de la comunidad hadística y que la transformarían en la más poderosa del reino.
Lo cierto es que le dio la posibilidad al dúo compartido, de retornar a sus formas originales después de un largo período de espera, acompañada por las desidias a las que los enfrentaron frecuentemente los humanos.
Grande fue la sorpresa del Hada Buena cuando escuchó de sus bocas:
- “Deseamos volver a las formas originales, pero a la de los animales…, perro y gato.”
La genio asombrada intentó persuadirlos, más la respuesta la dejó boquiabierta.
… Y el padre agregó:
- “Los humanos somos más animales que los animales. Aún con raciocinio somos perversos e impredecibles con los inocentes o infortunados… Y hemos decidido renegar de nuestra especie para pertenecer al reino animal por su nobleza.”
- “Entonces…” -advirtió el Hada Buena- “no recordarán absolutamente nada después del encantamiento final. No se reconocerán como padre e hija y…”
- “No importa” –interrumpieron ambos uniendo sus cuerpos en una sentida pero necesitada despedida final-
La varita trazó diferentes figuras en el espacio, sembrando infinitas partículas brillantes multicolores que fueron tomando formas diversas mientras su voz dulce, suave y lozana, ordenaba los cambios solicitados.
Cuentan también las lenguas reservadas de los ancianos, en ruedas nocturnas casi secretas, que aquella Maga logró ocupar el sillón que la erigía en el Hada Suprema y por lo tanto en la regidora máxima de su reino, acompañada permanentemente de su gatito carismático y su fiel perra, que prodigaban ronroneos y lengüetazos a pesar de las premisas de su ama, sin comentarle a ella que el amor filial, pase lo que pase, jamás se pierde entre seres que se aman.
Si alguna vez observamos a un perro y un gato que se miman, recordemos el porqué, pero no lo divulguemos en voz alta porque podríamos ser condenados por la sociedad, por fantasiosos o enajenados, o simplemente… crédulos.

jueves, 31 de julio de 2008

Búscame

Búscame



Cuando mis huesos ya no caminen sobre esta tierra.
Cuando lo mío en ella, sea partícula dispersa.
Cuando mi cálido aliento en beso, tu boca no reciba
y tus ojos, aunque quieran, a mi ser, ya no perciban.
Cuando la luz de mi Alma en tu sendero se extinga
y presientas otras fuerzas mayores que te alivian.
Cuando mis palabras te lleguen tan solo en tus sueños
y mi voz en tus sentidos, sea una brisa de tiempos sin dueños
Cuando ansiosa extiendas, en avidez tus manos
con la intención de atraparme entre sus dedos
y al recogerlas dolida comprendas
que solo has apresado vacíos de nada…
Búscame. Búscame en los silencios de la noche.
En las quietas luces de faroles suspendidas.
En la fina llovizna de una tarde mortecina
mientras duermes tu ilusión blanca, entre aroma de glicinas.
No desesperes, búscame como a ÉL, en los ríos
en las llanuras o empinadas y salvajes montañas.
En los mares serenos o bravíos.
Búscame en los montes, en las quebradas
y en el erguido y esbelto tronco
del dominante árbol y su Sustantivo.
En el débil junco de un pantano… En su verbo.
En rugosa corteza joven o añosa
de un tallo… Ser vivo.
En la verde sustancia que alimentan sus hojas
mientras bebes de ellas el fresco rocío, que apacigua congojas
Búscame entre las flores, entre sus fragancias.
Búscame y duerme con ellas un otoño
e inverna conmigo mi frío eterno
luego surgir unidos entre la fronda
de la incipiente primavera y sus retoños.
Búscame en las aves y sus trinos.
En aquel llamado del zorzal, su desatino.
En el tierno arrullar en las siestas, de un palomo
junto al bullicio del berrinche entre gorriones
y entre uno que otro sonar de campanas en sus bastiones
Búscame en un jazmín o en la simpleza de una abelia.
En un ciprés, una acacia o en una blanca camelia
Y donde el paraíso no se muestre como un Edén
sólo un ramillete perfumado, de sus flores, que te den.
Búscame en una rosa o tan solo en un clavel
tras los ficus, los álamos, un roble o un laurel.
Búscame por donde quieras, pero sin serlo, al igual que a Él.
Estaré bajo una roca o mostrando sutil huella.
En el halo de la luna o en cada una de las estrellas.
Brillaré con un rayo de sol, en la soledad de tus noches
como luciérnaga posesiva, atrapada en tu pelo
y después de un tiempo –corto o largo tiempo-
dormirás tu sueño, sumida en eterno ensueño.
Entonces vendrás a mí, a buscarme sin miedo ajeno
y aunque ya no me reconozcas y yo no te descubra
sabremos que nos pertenecemos, la Vida
unió en alguna tangente, nuestra naturaleza.

Entonces, serás raíz en mi ancho mundo
Yo seré el grueso tallo en tu nueva Vida
Tú serás mis ramas extendidas
y yo seré las hojas que te abrigan.
Vendrán tus flores a pintar colores,
a dar aromas… Y en esa unión cimentaremos
más Vida con nuestros frutos y sus sabores.

Tonycarso

miércoles, 30 de julio de 2008

Entre luces y sombras

Entre luces y sombras

Mis pies se deslizan por senderos de baldosas
que guardan en dibujos de tiempos solitarios,
respetuoso silencio… en compañía de mis lentos pasos,
y la complicidad de fantasmas de la quieta madrugada.

Quietas las calles, quieta la plaza, quietos los árboles.
También los vientos que aquietan ramas…
Y hasta quietos están los nocturnos trinos
de zorzales adormecidos.
Sólo luces artificiales y aquellas sombras
que de obstáculos obligadas se desprenden
en intención de fuga ansiada,
sin comprender que los grilletes
la engarzan por siempre a sus plantas
hasta que la llegada del alba
rompa las cadenas de su prisión acostumbrada.
Más tarde… Nuevamente en la noche…
En repetición viciada. Eterna.
Mientras tanto, mientras aquella llegue
atisbo las sombras… Pero ninguna figura humana
descubro en ellas… Y continúo el camino
tan solo en compañía de mis tiempos,
de mis intenciones y mis pensamientos.

A mi alrededor… Nada. Un transparente vacío.
Ni seres, ni vehículos… Y los sonidos… Dormidos.
Sólo luces artificiales y aquellas sombras
que de los obstáculos se deshilachan
con la obsesión de escapar de su encierro
sin aceptar que por siempre su existencia
será sin cambios, sólo de obstáculo, su sombra.

(¿Será ésa mi existencia ser sólo sombra de un obstáculo?)
(¡No importa!… ¡Vivo!… Continúo…)

Y quiebro con suavidad de ternura como en tantas noches
un gajo poblado de perfumadas abelias
entre luz simulada y sombra de obstáculo.
Más allá los jazmines ofrecen sus ramilletes blancos.
Y en otro más allá, un poco más alejado
solícito entrega a mis hambrientas manos
el paraíso, un nuevo manojo de diminutos gajos.
Mientras su tronco es obstáculo,
del que no sólo se desprende vida,
también se desprende sombra.
Me cuelo a través de ella y por un instante
soy nada. Nada veo. Nada siento. Nada pienso.
… Y presiento que como la sombra de un obstáculo,
quedo por su hechizo encadenado.
Más, el amor llama… Al menos el mío.
El que yo siento… Y salgo.
Me quito la sombra de aquel árbol
y continúo mis pasos por las veredas
de baldosas cómplices y silenciosas
que también poseen luces y aquellas sombras.
Y me deslizo sobre ellas, casi volando
para llegar en intención enajenada
hasta el umbral y la reja de tu nueva casa.

Tampoco ahí las baldosas hablan.
Nada me cuentan de tu alma descalza

Su mutismo es mi silencio
como lágrimas en mis ojos
por un ramillete de flores
en donde se niega a la ofrenda
un oculto balcón en lo alto.
Como lo era en un tiempo
que ya es anciano, en lugar lejano.
Mientras en tu casa, los sueños
cubren su interior entre sombras
de obstáculos, prisioneros como
en un devenir eterno.

Tu presencia, mi luz… Más tarde,
en mis ojos las sombras otra vez
de aquel obstáculo encadenado… Y después…
Me pierden mis pasos en tiempos oscuros
entre brumas, silencios y luces.
… Y las sombras a su vez.
Entonces, regresan los sonidos,
los seres, los vehículos y de los zorzales, sus trinos.

¡Iluso!

¡Iluso!

‘A Maca’

¡Iluso!… Creí que el diamante tallado
por tus manos, oculto en tu pecho, era mío.
Que en cada cara y en cada borde
nuestro amor y su historia, habrías contenido.
Más, de cada mañana, al abrir su puerta
no encuentro su luz… sólo oscuro vacío.
No destella por mí, la piedra preciada, sus brillos.

¡Iluso!… -Me flagelo-
¡Crédulo!… ¡Qué desatino!…
Creer que aquel sendero
era el tuyo y el mío.
Gemí cuando abrí mis ojos
al ver sólo mis huellas, en el camino.

¡Ay de ti, y de mí!

¡Ay de ti, y de mí!

‘A Maca’




¡Ay de ti!…
Cuando ya no encuentres
una flor que recojan tus manos
de la ventana.

¡Ay de mí!…
Cuando a esa flor de cada noche
ya no vayas a buscarla con ilusión
en las mañanas.

¡Ay de ti y de mí y nuestras Almas!…
En la Vida, su Universo y en las alboradas
cuando lloren huérfanas, desprotegidas, desorientadas,
la crueldad de silenciosos desencuentros
en inciertos caminos. Solitarias.

¡Ay de ti y de mí y nuestras Vidas!
¡Tan solo ayes de ausencias y desesperanzas

Tal vez en alguna tangente

Tal vez en alguna tangente


Cierto día, tú y yo unidos. Un acto sublime de la Vida.
En el tiempo, un camino, el tuyo… Y otro mío.
Ya casi alejados, pero aún cercanos. Paralelos.
Con alguna que otra tangente en puntos distantes.

Hoy, tal vez te ausentes con la inseguridad en tus pensamientos
y con ello, mis pasos nocturnos y su ofrenda, también alejes.
Después… En una mañana, tal vez me pierda en el hastío
Y con ello, también aleje, mis diurnos pasos por tus veredas.

Tal vez en futuros, que no existen
nuestros caminos ya no se encuentren.
Y los tiempos vacíos, en esas tangentes,
se vuelvan indiferentes con tantos silencios.

Mi Alma se queda conmigo

Mi Alma se queda conmigo

¿Sabes?… no te preocupes en buscar a mi Alma
ella está conmigo, en mis brazos. Resguardada.
La encontré hoy, en horas de la tarde.
Tan sola… Tan huérfana… Tan desolada…
En un rincón frío de aquella… ¿La recuerdas?…
La ventana de la que fue tu casa.
La que yace ahora, en la oscuridad de un hueco,
vacía, triste y solitaria.

Lloraron un instante en mis ojos, sus miradas,
algunas lágrimas que de esa noche, le quedaron.
Guardé silencio. No atiné a preguntar nada.
Sabía de su estado… Pues, lo mismo en mi ser latía.
Fue entonces que…
extendí en señal de abrigo, el calor de mis brazos
y se avino pronta a mí, acongojada.

Por eso mi bien, ahora…

Te dejo las palabras silenciosas en mis escritos.
Por ellas sabrás, que de alguna manera tú has vivido.

Te dejo la mirada profunda de mis ojos
inserto en la profundidad de la mirada de tus ojos.


Te dejo el murmullo de mi voz de otros tiempos,
en arrullos de los tiempos de un mañana.

Te dejo mis aromas, para cuando haya dudas
te convenzas que en tu Vida, he existido.

Te dejo en tu hambrienta y sedienta boca
mis besos ardientes de los que has comido y bebido.

te dejo en tu piel mi piel, para que tu Alma siempre,
permanezca encendida lejos de un olvido.

Pero… Lo que no he de dejarte mi bien,
lo que no he de dejarte,
es mi Alma afligida.
Ella se queda conmigo.

Ambos tenemos una meta…
Ambos debemos hacer nuevos caminos.
Debemos sacudir las sombras
y encontrar un nuevo destino.

Te dejo una Vida de ensueños
entre las realidades y las fantasías
para cuando ambos miremos el cielo,
-tú en tu Vida y yo en la mía-
en noches sembradas de estrellas
recibas mi tierno beso,
mientras tus ojos en ellas, sonrían.

El hombre… ¡Qué tristeza!

El hombre… ¡Qué tristeza!

A mis hijos y a Magari

Qué tristeza el hombre,
revive las sombras siniestras
cargadas de miedos, de llantos, de hambre,
muerte, desolación y angustia.
En su obsesión alocada, toma
la paleta y pinta
con pincel de ambición
sobre lienzos ajenos
imágenes de ayes
de un gran dolor.

Unta colores de sangre.
Color de cuerpos tendidos
besando la tierra
o mordiendo los pastos
u orando al cielo
con ojos cerrados.
Ya muertos. Despedazados.
Sentados. Torcidos. Desarticulados.

Qué tristeza el hombre.
Descorre las lajas
que cubren las tumbas
que a los despojos otrora sellaran.

Después de exterminio y
mutilación de la vida,
revive en la frialdad,
desgracia, desastre, orfandad y masacre.

… Y nos trae la guerra
la viste de gloria
simulando con ella
colores que la paleta no tiene.

Tiñe el pincel, tiñe la tela
de rojo, de negro y gris.
Los cuerpos están sin cabezas.
No tienen brazos, ni piernas.
Es más…
Con tristeza, la Vida comprueba
que casi ni el cuerpo
al cuerpo le queda.

GALIMATÍA



GALIMATÍA

- Es sencillo señor… ¡Usted está muerto!…
… Y comenzó a descender en su silencio. Sus ojos se hundieron en el rostro como también su cabeza entre los hombros.
- ‘¡Muerto!’ –Se dijo con un pequeño movimiento de labios-‘¡Muerto!’ –Se repitió- ‘¿Cómo es esto de estar muerto cuando yo me siento bien vivo? ¿Desde cuando estoy muerto?… Enviaré un correo electrónico a la empresa y en el reclamo les hablaré de ese muchacho y su comentario absurdo y grosero… ¡Muerto! Pero… ¿Qué comió?… Seguro debe tener un mal día.’
- No señor. No tengo un mal día. Aquí en el historial hay un informe con todos los pasos que dan nuestros empleados para verificar el ID de los clientes una vez por año, y en su caso nos respondieron desde su domicilio que había fallecido. –Sonó fría y segura la voz de aquel muchacho, agregando con solvencia una sugerencia- … Envíe su inquietud con todos sus datos por mail.

‘Muy señores míos:’
‘Ante tamaña y desvergonzada actitud, me dirijo a ustedes esperando recibir una explicación coherente de lo que los llevó a suprimir mi ID de su sitio y no permitirme el acceso a mis productos… Que me den una satisfacción no menos coherente sobre el comentario vertido por su representante que tuvo un sentido macabro, tenebroso, descalificador, preocupante y delicado desde el punto de vista personal y… ¿Porqué no también legal?… Que restituyan la entrada al servidor tan veloz como lo cancelaron… Y que…’ -El mail partió con su contenido completo. Él estaba satisfecho-
- ‘¡Muerto!… Están todos locos. Los valores morales ya no existen en esta humanidad.’
- ¡Hola Maryan!… ¿Cómo estás mi amor?… Se te ve muy desmejorada, como si no hubieses descansado en toda la noche. ¿Qué le pasa a tu carita?… Tus ojos están triste. Hmm… Estuviste llorando. Mi amor… ¿Qué es lo que ocurrió?
- …………
- … Está bien, si quieres permanecer en silencio, hazlo. Si los demás no respetan el sentir de cada uno, yo no voy a hacer lo mismo. ¡Qué hermosa eres con la carita sin maquillaje! Discúlpame mi amor, debo terminar esta tarea antes de que vengan a buscarla.
- ‘¡Muerto!… ¡Qué locos!’
- ¡Hola hija!… Me vienes al dedillo. No puedo dejar el negocio solo o con Maryan, y espero a una persona con la que debo tratar personalmente, a su vez, hay una diligencia pendiente… ¿La puedes hacer por mí?…
- … ¿Qué?… No señora, lo que Usted busca está en el nivel inferior de la galería… ¡Señora!… ¡Señora!… ¡Señora!… Pero… ¿Es sorda?… No es por ahí. ¡Señora!… ¡Señora!…
- ……………
- ‘Bueno… ¡Que haga lo que quiera!… Al fin y al cabo cada uno es dueño de hacer lo que le venga en ganas en esta vida.’
- ‘¿Hace tanto calor?… Todos están casi desnudos y yo siento un poco de frío… ¿Estaré por enfermar?’
- Pensándolo bien, no te veo con un buen día tampoco a vos hija. Tus ojeras hablan por sí solas. Es mejor que vaya yo a realizar la diligencia y de paso entro un poco en calor. Les dejo sobre la mesa escritorio las llaves del local por si tienen que salir. Regreso en pocos minutos.
- ……………
- ‘¡Qué extraño!… Ni siquiera me miran cuando les hablo. ¿Qué será lo que las aqueja?… Mejor no les pregunto nada, porque no quiero discutir ni hacerme problemas con ambas. Cuando se calmen y vuelvan a la normalidad, hablarán.’
- ‘¡Qué increíble!… La gente está loca. ¿Es posible que la Navidad ponga a todos así?… ¿Será esa la causa de la tristeza de mi hija y de Maryan? ¡Qué locura!… ¡Todos atropellan!… Ni siquiera miran hacia donde van. Todos están distraídos o ensimismados…’
- ¡Epa, señora!… ¿No ve por donde camina?…
- ……………
- ‘¡Qué barbaridad!... Ni tan siquiera se detuvo para disculparse. Ni idea tienen que la vida no es comprar y agasajar. Estoy bien seguro de que no poseen el más remoto concepto del significado de la Navidad. Han tergiversado el verdadero sentido de esta celebración.’
- ‘Recuerdo en mi infancia, mamá no se volvía loca por efectuar compras para el festejo. La fecha tan solo representaba una conmemoración religiosa y recogimiento por la noche –Misa de gallo-… Y una reunión familiar al día siguiente con una buena comida. Había sí, regalitos, pero no se trastornaban. Hoy es un… ¡Viva la Pepa!’
- ‘Tal vez sea así… Tal vez de la otra manera. No se puede estar seguro de cómo es en su generalidad. De hecho, ésta es la realidad en la que se llevan por delante los unos con los otros en el mayor de los desórdenes y con la mayor de las irrespetuosidades.’
… Y así se alejó por la avenida Rivadavia farfullando sus pensamientos y molestias. La gente obsesionada y apurada continuaba en su atropello, mientras él intentaba evitar los encontronazos gracias a su agilidad a pesar de los años que se le fueron subiendo lentamente a su espalda; saltaba de un lado a otro, lo que le era más fácil que detenerse y pedir explicación.
- ‘¡Muerto!… ¡Qué locos!… Utilizan cualquier medio para jorobar al prójimo… ¡Y estos ojos que me tienen del “tomate”!… Molestan bastante y no me permiten ver bien… Bueno, tengo que aceptar que hay mucho resplandor y puede influir. Arden bastante y no puedo mantenerlos abiertos.’
- ¡Señora!… Esa perrita no está sola… ¡Señora!… ¡A Usted le estoy hablando!… Esa perrita está conmigo. Le sugiero que la suelte… ¡Señora!… ¿Usted es sorda que no escucha lo que le estoy diciendo?… ¡Suelte ya a ese animal!… ¿Quiere ver que no es suyo?… ¡Pachi!… ¡Vamos! –La perra pegó un brinco desde los brazos de la mujer y se alejó al paso de él-
Atónita, alcanzaba a decirle a quien la escuchara, que esa perrita estaba abandonada, y que, por favor, la ayuden a retenerla. Nadie le prestó atención. Muchos la miraron como se mira a un enajenado y continuaban absorbidos en los desasosiegos que provoca la víspera de la Noche Buena y Navidad.
- ‘¡Locos!… ¡Todos están locos!… No les basta con lo que poseen que quieren complicarse con lo ajeno… Y pensar que pertenezco a esta especie.’
- ¡Vamos Pachi!… Sigamos nuestro camino.
Llegaron al ciber. Estaba vacío y ya enfrente de la pantalla, buscó y abrió todas las páginas… Pero… cuando llegó a aquel sitio, se le cayeron las expectativas. Aún estaba vedada la entrada. No podía pasar la barrera impuesta por la no aceptación de su ID. No maldijo. Pero les envió un insulto… Y comprobó por otro lado que existía una leyenda en la parte superior como título:
- “Ha dejado de pertenecer a la comunidad de...”
- ‘Estos estúpidos me dan por muerto en serio. Esperen a que reciban el mail y la carta documento y ya veremos como cambian las cosas. ¡Torpes!… Ni se imaginan el daño que ocasionan… ¡Arderán en los infiernos si es que estos existen!
- ‘¿¡Muerto yo!?…’
- ‘Pero… Es extraño. Siento frío… Mucho frío… Y estamos en pleno verano… ¡Y este enjambre de tela de araña en mis ojos que dificulta la visión!’
- ¡Pachi!… ¿Vamos?…

Tonycarso

Hagamos la guerra... Total...



Hagamos la guerra... Total...

‘A mi hija Laurita, como guía en La Vida, que la ayude a discernir entre La Estupidez y El Sentido Común’
(En virtud de la invasión a Irak de la mano de EEUU)
¡Está jodida la cosa!
Los ‘cuerdos’, desatan la guerra.
Los ‘locos’ nos abstenemos.
“¡Que importa en la humanidad, tu parte,
si lo que quiero es ayudar la mía!”

… Y tal mensaje nos mina.
… Algo así como:
“Vale más esto mío, que aquello que es lo tuyo.
Es más, aquello tuyo, también es mío,
por lo tanto te conmino que te vayas,
que abandones estas tierras
y me dejes aquí el mando.
Me lo des sin consecuencias… O arrepentimientos.”

“¿Usurpación?… Y… ¡Sí!
… ¡O te vas, o te cago a patadas!
Sin importarme, cuantos de los tuyos
y de los míos, caigan”

“Todo esto, en aras de apaciguar presiones
de grandes capitales y ambiciones,
y algunas cosas mías que cargo a mi espalda.”

“¿Los saldos?…
¡Ah!… Los saldos…
Y… ¡Bueh!… Después lo vemos.
Ahora, iniciemos la guerra.
Eso sí, no te rindas.
Si no te has ido
no sirve de nada.
Matemos un poco de humanos
y que éstos queden bien muertos.
Desparramemos más químicos.
Que queden los campos yermos.
Que no se pueda acariciar tan siquiera
las cuerdas de una guitarra.
Que ni vuelen los pájaros…
Sólo misiles y balas.
Que lloren los niños.
Ellos no comprenden. No saben nada.”

“No importan las formas
en que los cuerpos queden.
Mirando hacia el Este o hacia arriba.
Masticando la arena
o besando la tierra.
Torcidos, derechos, sentados
o despedazados.
Pero eso sí
que haya heridos y muertos.
“¡Qué importan posturas!
Lo que sí importa, es ganar la guerra
a costa de sangre y vida de otros.
No la nuestra… ¡Total!
La historia, según el que escriba
lavará cerebros”… -El agresor proclamaba-

… Y por más que grites,
la diplomacia vendrá
en un caño de acero
que pondrán en tu cara.
Y… “¡Que hagas silencio!” -Dirán-
Porque eres nada.
… Y mucho menos
cuando volar intentas
por tus propios medios.

Entre ideologías, religiones,
costumbres obligadas
y pasiones egoístas, descontroladas,
la tierra se hunde, se despedaza.
… Y el hombre no sabe,
o sabe, y prefiere ignorarlo;
en esta tierra, no es el que manda.
Está la Vida, que lleva las riendas
y él, complemento minúsculo
que nada comprende,
en su universo está solo de paso
y lo que la historia escriba
lo leerán sucesores de aquellos muertos.
Y tal vez, con un poco de suerte
¡Ni ellos!… porque,
en una de ésas,
en La Tierra quede nada.

Sólo la Vida en un rincón escondida.
Dispuesta y con ganas
a reiniciarse pronta,
pero sin el desliz,
sin aquél descuido.
Y en su nuevo intento,
seguro,
no hará del hombre,
-Conejillo de India-
su triste ensayo.

Tonycarso

FRÍA DESNUDEZ

FRÍA DESNUDEZ

A Maca

… Y llegó el otoño
después de aquel verano.
Lentamente de tu árbol
las hojas se tiñeron
ya sin aliento,
sin sabia, sin vida.
… Y fueron cayendo.
Se desprendieron para
mirar hacia arriba,
desde la tierra.
Tu árbol quedó desnudo.
... Y nuestro amor
desnudó con él.
Tonycarso

¿Y AHORA?... ¡QUÉ!

“El sol grita su luz... Y nosotros la ignoramos sumergiéndonos en la oscuridad de la noche.”
Tonycarso

A Magari

¿Y AHORA?... ¡QUÉ!

- “El tiempo se nos viene encima. La noche nos pisa el Alma y el mundo se halla inmerso en la oscuridad”…
Tales eran los pensamientos de aquel guerrero cansado, agobiado por las inclemencias de las confrontaciones en batallas con seres como él. Seres que defendían sin conocimientos de lucha, lo poco que poseían: sus pequeñas pertenencias, sus familias, sus causas, sus motivos por conservar la Vida, y que en su mayoría eran avasallados por el poder organizado del hombre ambicioso y despótico.
Él había sucumbido cuando joven a los hechizos de la empuñadura de plata y oro de la que sería su espada. Ella en sus manos era conducida como ninguna. Todos murmuraban la posibilidad de una energía propia que regía los destinos de otras vidas con tamaña destreza… Y por el sendero del corte exacto a la altura del cuello, dejaba un torso huérfano, sin cabeza, sin brazos, o sin piernas, despedazando en un vaivén de armoniosos movimientos, un cuerpo que caía lentamente sin vida, mientras de él se alejaba la sangre y su alma se desvanecía en un infinito de niebla y polvo, cargado de historias apagadas.
Agotado, angustiado, abatido en los constantes desafíos con sangrientos desenlaces en enfrentamientos propios de quien depende de sus armas, provistas por un ejército de conquistas, para combatir ideas y bienes ajenos, considerados impropios por el poderoso. Cansado de manchar la tierra y su cuerpo con el fluir de la sangre y presenciar despojos como alimento de alimañas y aves de rapiña, aplastó el polvo del camino con sus rodillas descubiertas, dejó las manos apoyadas en la empuñadura gastada de su espada clavada en la tierra e intentó ocultar entre ellas su curtido rostro inundado por las lágrimas, de aquella luna curiosa que a toda costa quería saber de su dolor.
Suplicó perdón a la Vida por su pobreza en un delgado hilo de voz lastimera desde lo más profundo de su garganta seca, con ansias de redimirse mientras que por las cuencas de sus ojos brillosos pasaban las imágenes de la última cruenta batalla. Todo un pueblo había sucumbido ante su espada y la de sus compañeros.
Con furia irguió su cuerpo. Tensó las fibras de cada músculo y se encaminó resuelto hacía el borde del acantilado; con un grito desgarrador que nació de toda una vida cargada de muertos, arrojó su espada y tras ella, su cuerpo inició el descenso vertiginoso que lo llevaría por el sendero de la oscura eternidad.

… Y en aquel silbar del viento en sus oídos, con una mirada vacía de tiempos, se pregunto…
- ¿Y ahora?… ¡Qué!
Un golpe seco se propagó en eco y penetró en el corazón de la Tierra; fue entonces que el guerrero se perdió en las sombras de una noche sin ambiciones ni dueños.

martes, 29 de julio de 2008

Los silencios…

LOS SILENCIOS…

A Maca


¿Qué es el silencio, si no
una carencia de tu voz?...
¿Qué es la falta de tu voz, sino
la carencia de sonidos?...
¿Qué es la falta de sonidos, sino,
-en un espacio de vacíos-
la ausencia caprichosa
de tu imagen y el amor?...
Dime…
¿Qué es el silencio, sin el sonido de tu voz?...


tonycarso

LA ESCALERA

"Cuando un hombre planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida."
Elton Trueblood

A Magari



LA ESCALERA

- ¿Dónde estás?... –balbuceó el bebé con palabras incoherentes-.
- ¡Aquí!... Aquí arriba. –Respondió otro balbuceo también de palabras incoherentes-…
Y gateando se encaramó temerario a los primeros escalones de la Gran Escalera.
- ¿Dónde estás?... –preguntó ansioso el niño con sus primeros años de verde Vida-.
- ¡Aquí!... Aquí arriba... –respondió una voz clara, límpida y dulce-… Y con denuedo, alegrías y fastidios, ascendió más escalones de la mano de sus mayores.
- ¿Dónde estás?... –gritó el púber en su silencio con sus doce etapas marcadas en su psiquis-.
- ¡Aquí!… Aquí arriba… -respondió una voz indefinida-
… Y con las energías de criatura joven ascendió escalón tras escalón, los que iban surgiendo de la nada… Más tarde, siguió escalando de a uno y de a dos en tanto le dieran sus piernas, sin prever que ascendía encaramado al torbellino de cada nueva sensación.
Calló así durante un tiempo su inquietud… Y también calló aquella voz… Pero cuando el niño se sintió hombre después de mirar hacia atrás, la recordó… Y la inquietud se hizo nuevamente carne en él.
- Oye… Disculpa… ¿Aún estás ahí?
- Aquí estoy… Nunca me fui.
- Pero dime… ¿Dónde?
- Aquí… Aquí arriba. Te estuve esperando.
… Y el hombre sufrido, de huesos maltrechos y líneas de tiempo en su rostro, entregó su mirada triste hacia la nada y trepó uno, dos y más escalones con mucho esfuerzo.
- ¡Caramba!... –exclamó el anciano-… ¿Porqué no una escalera mecánica?...
Agitado. Casi en un ahogo suplicó:…
- Oye… ¡Por mil demonios! ¿Por dónde andas?... ¡Déjate ver de una buena vez!
- ¡Aquí!... ¡Aquí arriba!… -respondió una voz cascada y temblorosa-
- Ven, sube un escalón más. –dijo la misma voz con palabras que apenas se entendieron-
Tomó de sí mismo las pocas fuerzas que quedaban y depositó el pie en el siguiente escalón… Y cayeron sobre él, el bebé, el niño, el púber, el adolescente, el adulto y el hombre… Pero ya no sintió el peso de todos ellos. Ya no el agobio. Su mente proyectaba en letanía, un adormecido…
- ¿Dónde estás?…
- Aquí… Aquí estoy… –respondió el silencio-
- Fue largo el camino. Ven, toma mi mano y a partir de ahora recorramos juntos, el descanso y el olvido.

domingo, 27 de julio de 2008

EL BOLÍGRAFO - Relato-reflexión

EL BOLÍGRAFO

A Laura, Rodi y Magari

Ante la inevitable necesidad de disponer del elemento con el que haría posible las urgencias de quitar de mi mente palabra por palabra, transformarlas en frases y en suma, desarrollar el pensamiento en una hoja, mi cerebro se devanaba y por momentos me ajusticiaba por el descuido hecho ausencia.
Padecía la inquietud del olvido; un olvido torpe y absurdo.
La costumbre me había colocado en esa posición.
Todo mi cuerpo protestaba. La mente había utilizado muy bien sus recursos naturales para tender sus redes y apoderarse de él. La reprobación silenciosa fastidiaba hasta sacarme de quicio.
Si tan solo tranquilizara la mente, lograría un resultado favorable. Puse manos a la obra y finalmente lo conseguí.
Había pasado por el local para recoger hojas y bolígrafo, ya que al despertar sentía dentro de mí las contracciones conocidas de la creatividad que pujaban por ver la luz.
La idea era leer todo y remarcar las partes que me resultaran interesantes del diario dominical. Opinar con textos en sus contornos libres y posteriormente, según mi inquietud u ocurrencia, escribir las hojas en blanco que acondicionaba en mi carpeta.
Hojas y bolígrafo fue lo primero que preparé al entrar al local para después salir. Pero he aquí el problema. Cerré y partí. Cuando ya había recorrido un trecho, volví sobre mis pasos porque olvidaba la correa de Pachi. Nuevamente la llave, la primera puerta y después la segunda, las luces, para después darme cuenta que la correa no estaba en el local. Había quedado en el departamento. Partí nuevamente, pero con la intención de seguir camino. No era tan importante. No subiría al departamento a buscarla. Pachi estaba lo bastante bien enseñada como para hacer un buen papel. De hecho siempre lo hizo. Pero lo que más pesaba en todo este enredo, era que no tenía ganas de ir en su búsqueda, porque me urgía recorrer los metros hasta la confitería, ocupar una mesa y disfrutar del sol. Que alguien se adelantase y quitase la mejor ubicación, era una idea que me intranquilizaba y privaba de hacer lo correcto o concentrarme. Reconocía en esto una torpeza, pero no lograba sustraerme.
El tiempo tirano ajustaba sus pasos en un rítmico e inalterable andar.
Compré el diario, seguí hasta Uno y ocupé la mesa sobre la ancha vereda bañada por la sutil calidez del sol de fines de julio. Apenas había pasado una hora del mediodía.
Fue ahí, después de desayunar y disponerme a leer el matutino, que noté las faltas… Ni papel, ni bolígrafo. Esto último me puso furioso por mi distracción. Todo había quedado en el local cuando entré por segunda vez, y en el apuro por llegar sin pérdida de tiempo, olvidé tontamente los elementos más útiles de los que debía valerme para desarrollar mi inquietud.
En ese momento me odié.
Los minutos pasaban mientras intentaba concentrarme en la lectura.
Inconscientemente vacilaba entre acercarme al kiosco, del que me separaban apenas 50 metros, o permanecer en el privilegiado lugar. Lejano para un punto de vista y cercano para otro.
Reiteradamente giré la cabeza hacia ese lugar malsano, pervertido, odiado y necesitado, por no estar aquí, a mi lado… Y varias veces desestimé la idea.
Estaba tan cerca que con estirar el brazo casi lo hubiese alcanzado, pero en las condiciones en las que me desenvolvía, la distancia era una eternidad.
Mi necesidad se acrecentaba con peligro de transformarse en obsesión.
Mi cabeza continuaba el rítmico girar en torno hacia él sin decidir qué hacer. Sobre una silla, la campera, un abrigo, la bufanda. Sobre la mesa, el material, el diario y restos del desayuno. La realidad no pintaba como para dejar estos elementos solos y alejarme aquellos 50 metros. En los cálculos que manejaba con el reloj en mano, cronometrando posible tiempo, corría el riesgo de que mis pertenencias desaparecieran en las manos de algún oportunista entre el gentío que pululaba por la avenida. Nada brindaba garantía. Los vecinos de mesa, enfrascados en lo suyo o aletargados en la somnolencia que producían los rayos del sol. Conocidos, ninguno; y yo desesperado porque todo lo tenía ahí. Me sentía en vena. A punto de parir y me faltaba el bebé.
Acelerar mis pasos en esos cien metros entre ida y vuelta, era demasiado tiempo. Era una cuadra con visión de media. Sería un constante volver la cabeza hacia la mesa durante el trayecto, perdiendo parte del tiempo calculado. Y en el caso de verme apremiado por algún personaje con deseos de adueñarse de mis cosas, me vería obligado a regresar rápidamente, y para colmo, con las manos vacías, sin tan siquiera cumplir con el cometido. Pero, también… ¿Si ese alguien tomara lo que no es suyo y partiera en sentido contrario al mío? Tamaño disgusto me llevaría, y la apremiante situación no me dejaría pensar y mucho menos escribir. Seguramente volvería insultándome sobre cada baldosa… Y yo no estaba en condiciones de perder nada de lo que poseía.
¡El mozo!… ¡Pero cómo no se me ocurrió antes! Él debe tener una lapicera y normalmente los mozos prestan sus bolígrafos a los clientes.
¿Por qué prestarán los mozos sus bolígrafos a los clientes?… Según he visto, la mayoría se “olvida” de devolverlos… Pero el mozo continúa prestando su bolígrafo. ¡Estoica figura la del mozo!
Ciertamente, clavé la vista en la puerta de salida del bar para atraparlo ni bien apareciera; más este se hacía desear.
Las mesas lamentablemente estaban todas servidas, y no había recambios. Los mozos estaban adentro… Ninguno miraba hacia el lugar, no se les ocurría levantar la cabeza y acudir a mi necesidad. Cada cuál atendía su juego y yo me perdía en las perturbaciones de lo inconexo e incongruente de una situación límite y sin salida.
Y el mozo no aparecía… Cuando lo hizo en una oportunidad, solo pude verle la espalda al regresar hacia el interior. Gritarle, chistarle, silbarle, no era nada gratificante para ninguno de los dos y menos para los que estaban sobre la vereda; amén de que aquel llamado, difícilmente llegaría a sus oídos por el infernal ruido que dejaba la avenida Rivadavia a esa hora. Además de autos y colectivos, se sumaba un grupo de obreros que, indiferentes a las molestias que causaban, no hacían otra cosa que cortar con sierra circular, trozos de baldosas a la par de la mesa que ocupaba, levantando un infernal polvo que por momentos hacía insoportable la respiración, sin mencionar el aturdidor ruido que producían.
No. Definitivamente el mozo también estaba ajeno en la consigna de ese domingo que jugaba conmigo desde que me levantara… ¡Y yo que me había envanecido por mis deseos de escribir! Estos desbordaban la quietud de los dedos.
A ver… ¿Y si tomo las prendas y voy hasta el quiosco, adquiero el bolígrafo y regreso al instante?
No. Seguramente, en ese ínterin, el quiosquero demoraría la búsqueda, si es que tuviese, para después demorar un poco más en darme el vuelto. Y cuando regresase a la mesa, esta ya estaría ocupada con otros personajes.
Pero… ¡Qué suerte doblada la mía!… Ninguna salida.
Rodeado de mi propia molestia, continué desestimando ideas para agenciarme de un bolígrafo; pero…, no las archivé.
Pasaba el tiempo en la incoherencia de mis planteos; el esfuerzo de concentración en la lectura, era nulo. Ya me sentía desahuciado y el malhumor se prendía con arañazos desde el interior en mí cuerpo. Nuevamente la presión del olvido y ninguna solución. Más “cuando la noche al fin cae, una luz aunque lejos, siempre se enciende”… Un sonido diferente llegó a mis oídos. De la nada. Desde el mismo espacio de mis pedidos, deseos o necesidades, ese sonido se convirtió en ondas sonoras proyectadas a mi espalda, golpeando mis sentidos, invadiendo el resto de mi ser, estrellándose en el muro de mi absurdo y recreando a su vez la claridad de una solución.
Giré la cabeza y mis ojos observaron incrédulos una mano pálida y venosa, delgada, ajada y huesuda, de largos dedos que culminaban en prolijas uñas suavemente maquilladas extendiéndose hacia mí; mientras, la tarde terminaba de nacer entre el bullicio de la gente y todo lo que aturdía: motores, bocinazos, el repiqueteo de la percutora sobre la vereda y la sierra funcionando ahora, merced a mis quejas, sobre el camión.
Ella estaba ahí, con su blanca y surcada mano. Con la palma hacia arriba y sus largos dedos extendidos, mostraba su ofrecimiento a la vez que pronunciaba un mensaje bien audible:
•¿Un bolígrafo por un peso, señor?…
Y como quien no entiende, como quien ha sido tomado de sorpresa sin darle el tiempo para sintonizar la misma onda, arqueé las cejas, y mi rostro debe haber mostrado algún gesto de incredulidad, porque la voz cascada y desprolija, repitió segura la misma frase: …
•¿Un bolígrafo por un peso, señor?…
La anciana prodigó a mis ojos al momento, sus miradas de muchos tiempos, tristezas e indiferencias. Miradas con las arrugas de antiguas luchas, pedidos, carencias y desidias. Ella ofrecía mansamente su producto… ¿Su ilusión?… Sobrevivir con sus magros beneficios. Cubrir total o parcialmente sus necesidades. Ella está abandonada. Cada arruga de su rostro, cada pliegue en su mirada, acusa con su dedo justiciero, las falacias y falencias de impropios dirigentes. Ella está desprotegida y descuidada por los principios, los respetos, los derechos, la educación y los valores humanos.
Le negaron existencia a sus necesidades de vieja, obligándola a mostrar las carencias con un bolígrafo verde y regordete en su blanca y temblorosa mano.
•¿Un bolígrafo por un peso, señor?…
Había murmurado, enmarcando su voz con una mirada vacía en el hueco de sus ojos y mostrando un referente de los sufrimientos y abandonos premeditados por las altas investiduras de indolentes.
Ella estaba ahí, a mi espalda y con sus manos extendidas. En una ofrecía un bolígrafo, en la otra, más de lo mismo, incluyendo bolígrafos.
Ella estaba ahí…, impedida de disfrutar su vejez por derecho propio, en la tranquilidad de un hogar sostenido por el sacrificio de los años, cuyos frutos desaparecieron de una u otra forma por los descuidos oportunos de nuestros elegidos gobernantes.
¿Se corporizó en función de mis necesidades? ¿Fue tan potente y con tamaña energía la proyección de mis deseos, que le dieron la materia? ¿Era necesario utilizar sus formas para acercar el bolígrafo deseado? ¿Es posible que un deseo, al ser proyectado al espacio, tome forma y se corporice?
Hasta donde dan mis conocimientos, por ley natural, desconozco esta posibilidad. Más allá, no sé.
¿Se creó esta necesidad premeditada por el descuido o el olvido, para ajustar la aparición de la anciana?
¿Qué es lo primero?… ¿El olvido o la necesidad? ¿Un pasaje obligado de la anciana, o un ensamble obligado por fuerzas conjuntas que se encastran en el espacio?
Y más tarde… ¿Lo hice por caridad o por necesidad? Creo que lo único que me impulsó a comprarlo, fue tan solo mi necesidad.
Nada le importa a mi espíritu del resultado que arrojen otros en su análisis diciendo
•‘… Cada gesto es el producto de otro gesto’. –No importa, no fue mi intención-
Su voz sonó a mi espalda; cuando giré la cabeza, con su mano extendida, ofreció lo que yo deseaba.
¿Fue un pedido de la Vida para no detener yo mi marcha?… ¿Para que siga trasmitiendo pensamientos e ideas con la esperanza que estos se esparzan por los tiempos?… ¿Para que no amordace las voces que golpean y gritan, generando nuevas voces en pos de nuevos oídos, produciendo cambios?… Y si así fuera… ¿Por qué eligió a una anciana en lugar de un niño, joven, hombre o tan simplemente, un conocido? ¿Es también un indicio la realidad que mostraba la portadora, para que me asiera a su imagen absoluta y escribiese denunciando los males del hombre y sus aberraciones? ¿Es también un indicio la realidad que mostraba para aferrarme a ella y escribir basándome en la caída del hombre investido, negándose paulatinamente en el barro pútrido y maloliente de su ambición y poder? ¿Fue un hada o un ángel personificado en esa anciana, para satisfacer solo una ansiedad personal en premio por algún cometido justo? ¿O simplemente fue una anciana que vendía bolígrafos para poder comer y yo estaba justo ahí, necesitándolo y no era necesario tener que levantarme para conseguir lo que había omitido al salir de mi negocio?
Lo cierto es que quedé satisfecho como una criatura que desea un dulce, y obtenido éste, pega media vuelta y continúa en su propio juego, ajena completamente a su entorno. Esa fue mi actitud.
La anciana siguió su camino, vendiendo o tal vez desmaterializándose. Nunca lo sabré. No recuerdo haber agradecido su actitud. Es probable que ella, en sus costumbres, conservara la educación provista de buena familia, o tan solo por ser una constante de la venta callejera, haya agradecido mi magra compra.
Hasta ahora no había sentido la necesidad de verla partir o, antes de eso, hablar con ella. Intercambiar palabras. Invitarla a sentarse y tomar un café en mi compañía. ¡No!… No lo sentí… Y lo lamento. Dejó un mar de interrogantes en mis pensamientos. Tal vez, es egoísmo de mi parte.
¿Fue ángel, hada o simplemente anciana?… Jamás lo sabré.

Nota:
El original de este relato fue escrito sobre las zonas libres de la revista dominical, con el bolígrafo que dejó en mis manos aquella señora anciana, a cambio de un peso… ¿Fue así?… ¿O tal vez por sabedora me acercó el bolígrafo para que este relato dejara sentada una denuncia más, de una situación social reconocida por todos y aceptada seriamente por ninguno?
Lo sorprendente de este hecho: el bolígrafo se quedó sin tinta al finalizar el escrito.
Curioso… ¿No?