jueves, 31 de julio de 2008

Búscame

Búscame



Cuando mis huesos ya no caminen sobre esta tierra.
Cuando lo mío en ella, sea partícula dispersa.
Cuando mi cálido aliento en beso, tu boca no reciba
y tus ojos, aunque quieran, a mi ser, ya no perciban.
Cuando la luz de mi Alma en tu sendero se extinga
y presientas otras fuerzas mayores que te alivian.
Cuando mis palabras te lleguen tan solo en tus sueños
y mi voz en tus sentidos, sea una brisa de tiempos sin dueños
Cuando ansiosa extiendas, en avidez tus manos
con la intención de atraparme entre sus dedos
y al recogerlas dolida comprendas
que solo has apresado vacíos de nada…
Búscame. Búscame en los silencios de la noche.
En las quietas luces de faroles suspendidas.
En la fina llovizna de una tarde mortecina
mientras duermes tu ilusión blanca, entre aroma de glicinas.
No desesperes, búscame como a ÉL, en los ríos
en las llanuras o empinadas y salvajes montañas.
En los mares serenos o bravíos.
Búscame en los montes, en las quebradas
y en el erguido y esbelto tronco
del dominante árbol y su Sustantivo.
En el débil junco de un pantano… En su verbo.
En rugosa corteza joven o añosa
de un tallo… Ser vivo.
En la verde sustancia que alimentan sus hojas
mientras bebes de ellas el fresco rocío, que apacigua congojas
Búscame entre las flores, entre sus fragancias.
Búscame y duerme con ellas un otoño
e inverna conmigo mi frío eterno
luego surgir unidos entre la fronda
de la incipiente primavera y sus retoños.
Búscame en las aves y sus trinos.
En aquel llamado del zorzal, su desatino.
En el tierno arrullar en las siestas, de un palomo
junto al bullicio del berrinche entre gorriones
y entre uno que otro sonar de campanas en sus bastiones
Búscame en un jazmín o en la simpleza de una abelia.
En un ciprés, una acacia o en una blanca camelia
Y donde el paraíso no se muestre como un Edén
sólo un ramillete perfumado, de sus flores, que te den.
Búscame en una rosa o tan solo en un clavel
tras los ficus, los álamos, un roble o un laurel.
Búscame por donde quieras, pero sin serlo, al igual que a Él.
Estaré bajo una roca o mostrando sutil huella.
En el halo de la luna o en cada una de las estrellas.
Brillaré con un rayo de sol, en la soledad de tus noches
como luciérnaga posesiva, atrapada en tu pelo
y después de un tiempo –corto o largo tiempo-
dormirás tu sueño, sumida en eterno ensueño.
Entonces vendrás a mí, a buscarme sin miedo ajeno
y aunque ya no me reconozcas y yo no te descubra
sabremos que nos pertenecemos, la Vida
unió en alguna tangente, nuestra naturaleza.

Entonces, serás raíz en mi ancho mundo
Yo seré el grueso tallo en tu nueva Vida
Tú serás mis ramas extendidas
y yo seré las hojas que te abrigan.
Vendrán tus flores a pintar colores,
a dar aromas… Y en esa unión cimentaremos
más Vida con nuestros frutos y sus sabores.

Tonycarso

miércoles, 30 de julio de 2008

Entre luces y sombras

Entre luces y sombras

Mis pies se deslizan por senderos de baldosas
que guardan en dibujos de tiempos solitarios,
respetuoso silencio… en compañía de mis lentos pasos,
y la complicidad de fantasmas de la quieta madrugada.

Quietas las calles, quieta la plaza, quietos los árboles.
También los vientos que aquietan ramas…
Y hasta quietos están los nocturnos trinos
de zorzales adormecidos.
Sólo luces artificiales y aquellas sombras
que de obstáculos obligadas se desprenden
en intención de fuga ansiada,
sin comprender que los grilletes
la engarzan por siempre a sus plantas
hasta que la llegada del alba
rompa las cadenas de su prisión acostumbrada.
Más tarde… Nuevamente en la noche…
En repetición viciada. Eterna.
Mientras tanto, mientras aquella llegue
atisbo las sombras… Pero ninguna figura humana
descubro en ellas… Y continúo el camino
tan solo en compañía de mis tiempos,
de mis intenciones y mis pensamientos.

A mi alrededor… Nada. Un transparente vacío.
Ni seres, ni vehículos… Y los sonidos… Dormidos.
Sólo luces artificiales y aquellas sombras
que de los obstáculos se deshilachan
con la obsesión de escapar de su encierro
sin aceptar que por siempre su existencia
será sin cambios, sólo de obstáculo, su sombra.

(¿Será ésa mi existencia ser sólo sombra de un obstáculo?)
(¡No importa!… ¡Vivo!… Continúo…)

Y quiebro con suavidad de ternura como en tantas noches
un gajo poblado de perfumadas abelias
entre luz simulada y sombra de obstáculo.
Más allá los jazmines ofrecen sus ramilletes blancos.
Y en otro más allá, un poco más alejado
solícito entrega a mis hambrientas manos
el paraíso, un nuevo manojo de diminutos gajos.
Mientras su tronco es obstáculo,
del que no sólo se desprende vida,
también se desprende sombra.
Me cuelo a través de ella y por un instante
soy nada. Nada veo. Nada siento. Nada pienso.
… Y presiento que como la sombra de un obstáculo,
quedo por su hechizo encadenado.
Más, el amor llama… Al menos el mío.
El que yo siento… Y salgo.
Me quito la sombra de aquel árbol
y continúo mis pasos por las veredas
de baldosas cómplices y silenciosas
que también poseen luces y aquellas sombras.
Y me deslizo sobre ellas, casi volando
para llegar en intención enajenada
hasta el umbral y la reja de tu nueva casa.

Tampoco ahí las baldosas hablan.
Nada me cuentan de tu alma descalza

Su mutismo es mi silencio
como lágrimas en mis ojos
por un ramillete de flores
en donde se niega a la ofrenda
un oculto balcón en lo alto.
Como lo era en un tiempo
que ya es anciano, en lugar lejano.
Mientras en tu casa, los sueños
cubren su interior entre sombras
de obstáculos, prisioneros como
en un devenir eterno.

Tu presencia, mi luz… Más tarde,
en mis ojos las sombras otra vez
de aquel obstáculo encadenado… Y después…
Me pierden mis pasos en tiempos oscuros
entre brumas, silencios y luces.
… Y las sombras a su vez.
Entonces, regresan los sonidos,
los seres, los vehículos y de los zorzales, sus trinos.

¡Iluso!

¡Iluso!

‘A Maca’

¡Iluso!… Creí que el diamante tallado
por tus manos, oculto en tu pecho, era mío.
Que en cada cara y en cada borde
nuestro amor y su historia, habrías contenido.
Más, de cada mañana, al abrir su puerta
no encuentro su luz… sólo oscuro vacío.
No destella por mí, la piedra preciada, sus brillos.

¡Iluso!… -Me flagelo-
¡Crédulo!… ¡Qué desatino!…
Creer que aquel sendero
era el tuyo y el mío.
Gemí cuando abrí mis ojos
al ver sólo mis huellas, en el camino.

¡Ay de ti, y de mí!

¡Ay de ti, y de mí!

‘A Maca’




¡Ay de ti!…
Cuando ya no encuentres
una flor que recojan tus manos
de la ventana.

¡Ay de mí!…
Cuando a esa flor de cada noche
ya no vayas a buscarla con ilusión
en las mañanas.

¡Ay de ti y de mí y nuestras Almas!…
En la Vida, su Universo y en las alboradas
cuando lloren huérfanas, desprotegidas, desorientadas,
la crueldad de silenciosos desencuentros
en inciertos caminos. Solitarias.

¡Ay de ti y de mí y nuestras Vidas!
¡Tan solo ayes de ausencias y desesperanzas

Tal vez en alguna tangente

Tal vez en alguna tangente


Cierto día, tú y yo unidos. Un acto sublime de la Vida.
En el tiempo, un camino, el tuyo… Y otro mío.
Ya casi alejados, pero aún cercanos. Paralelos.
Con alguna que otra tangente en puntos distantes.

Hoy, tal vez te ausentes con la inseguridad en tus pensamientos
y con ello, mis pasos nocturnos y su ofrenda, también alejes.
Después… En una mañana, tal vez me pierda en el hastío
Y con ello, también aleje, mis diurnos pasos por tus veredas.

Tal vez en futuros, que no existen
nuestros caminos ya no se encuentren.
Y los tiempos vacíos, en esas tangentes,
se vuelvan indiferentes con tantos silencios.

Mi Alma se queda conmigo

Mi Alma se queda conmigo

¿Sabes?… no te preocupes en buscar a mi Alma
ella está conmigo, en mis brazos. Resguardada.
La encontré hoy, en horas de la tarde.
Tan sola… Tan huérfana… Tan desolada…
En un rincón frío de aquella… ¿La recuerdas?…
La ventana de la que fue tu casa.
La que yace ahora, en la oscuridad de un hueco,
vacía, triste y solitaria.

Lloraron un instante en mis ojos, sus miradas,
algunas lágrimas que de esa noche, le quedaron.
Guardé silencio. No atiné a preguntar nada.
Sabía de su estado… Pues, lo mismo en mi ser latía.
Fue entonces que…
extendí en señal de abrigo, el calor de mis brazos
y se avino pronta a mí, acongojada.

Por eso mi bien, ahora…

Te dejo las palabras silenciosas en mis escritos.
Por ellas sabrás, que de alguna manera tú has vivido.

Te dejo la mirada profunda de mis ojos
inserto en la profundidad de la mirada de tus ojos.


Te dejo el murmullo de mi voz de otros tiempos,
en arrullos de los tiempos de un mañana.

Te dejo mis aromas, para cuando haya dudas
te convenzas que en tu Vida, he existido.

Te dejo en tu hambrienta y sedienta boca
mis besos ardientes de los que has comido y bebido.

te dejo en tu piel mi piel, para que tu Alma siempre,
permanezca encendida lejos de un olvido.

Pero… Lo que no he de dejarte mi bien,
lo que no he de dejarte,
es mi Alma afligida.
Ella se queda conmigo.

Ambos tenemos una meta…
Ambos debemos hacer nuevos caminos.
Debemos sacudir las sombras
y encontrar un nuevo destino.

Te dejo una Vida de ensueños
entre las realidades y las fantasías
para cuando ambos miremos el cielo,
-tú en tu Vida y yo en la mía-
en noches sembradas de estrellas
recibas mi tierno beso,
mientras tus ojos en ellas, sonrían.

El hombre… ¡Qué tristeza!

El hombre… ¡Qué tristeza!

A mis hijos y a Magari

Qué tristeza el hombre,
revive las sombras siniestras
cargadas de miedos, de llantos, de hambre,
muerte, desolación y angustia.
En su obsesión alocada, toma
la paleta y pinta
con pincel de ambición
sobre lienzos ajenos
imágenes de ayes
de un gran dolor.

Unta colores de sangre.
Color de cuerpos tendidos
besando la tierra
o mordiendo los pastos
u orando al cielo
con ojos cerrados.
Ya muertos. Despedazados.
Sentados. Torcidos. Desarticulados.

Qué tristeza el hombre.
Descorre las lajas
que cubren las tumbas
que a los despojos otrora sellaran.

Después de exterminio y
mutilación de la vida,
revive en la frialdad,
desgracia, desastre, orfandad y masacre.

… Y nos trae la guerra
la viste de gloria
simulando con ella
colores que la paleta no tiene.

Tiñe el pincel, tiñe la tela
de rojo, de negro y gris.
Los cuerpos están sin cabezas.
No tienen brazos, ni piernas.
Es más…
Con tristeza, la Vida comprueba
que casi ni el cuerpo
al cuerpo le queda.

GALIMATÍA



GALIMATÍA

- Es sencillo señor… ¡Usted está muerto!…
… Y comenzó a descender en su silencio. Sus ojos se hundieron en el rostro como también su cabeza entre los hombros.
- ‘¡Muerto!’ –Se dijo con un pequeño movimiento de labios-‘¡Muerto!’ –Se repitió- ‘¿Cómo es esto de estar muerto cuando yo me siento bien vivo? ¿Desde cuando estoy muerto?… Enviaré un correo electrónico a la empresa y en el reclamo les hablaré de ese muchacho y su comentario absurdo y grosero… ¡Muerto! Pero… ¿Qué comió?… Seguro debe tener un mal día.’
- No señor. No tengo un mal día. Aquí en el historial hay un informe con todos los pasos que dan nuestros empleados para verificar el ID de los clientes una vez por año, y en su caso nos respondieron desde su domicilio que había fallecido. –Sonó fría y segura la voz de aquel muchacho, agregando con solvencia una sugerencia- … Envíe su inquietud con todos sus datos por mail.

‘Muy señores míos:’
‘Ante tamaña y desvergonzada actitud, me dirijo a ustedes esperando recibir una explicación coherente de lo que los llevó a suprimir mi ID de su sitio y no permitirme el acceso a mis productos… Que me den una satisfacción no menos coherente sobre el comentario vertido por su representante que tuvo un sentido macabro, tenebroso, descalificador, preocupante y delicado desde el punto de vista personal y… ¿Porqué no también legal?… Que restituyan la entrada al servidor tan veloz como lo cancelaron… Y que…’ -El mail partió con su contenido completo. Él estaba satisfecho-
- ‘¡Muerto!… Están todos locos. Los valores morales ya no existen en esta humanidad.’
- ¡Hola Maryan!… ¿Cómo estás mi amor?… Se te ve muy desmejorada, como si no hubieses descansado en toda la noche. ¿Qué le pasa a tu carita?… Tus ojos están triste. Hmm… Estuviste llorando. Mi amor… ¿Qué es lo que ocurrió?
- …………
- … Está bien, si quieres permanecer en silencio, hazlo. Si los demás no respetan el sentir de cada uno, yo no voy a hacer lo mismo. ¡Qué hermosa eres con la carita sin maquillaje! Discúlpame mi amor, debo terminar esta tarea antes de que vengan a buscarla.
- ‘¡Muerto!… ¡Qué locos!’
- ¡Hola hija!… Me vienes al dedillo. No puedo dejar el negocio solo o con Maryan, y espero a una persona con la que debo tratar personalmente, a su vez, hay una diligencia pendiente… ¿La puedes hacer por mí?…
- … ¿Qué?… No señora, lo que Usted busca está en el nivel inferior de la galería… ¡Señora!… ¡Señora!… ¡Señora!… Pero… ¿Es sorda?… No es por ahí. ¡Señora!… ¡Señora!…
- ……………
- ‘Bueno… ¡Que haga lo que quiera!… Al fin y al cabo cada uno es dueño de hacer lo que le venga en ganas en esta vida.’
- ‘¿Hace tanto calor?… Todos están casi desnudos y yo siento un poco de frío… ¿Estaré por enfermar?’
- Pensándolo bien, no te veo con un buen día tampoco a vos hija. Tus ojeras hablan por sí solas. Es mejor que vaya yo a realizar la diligencia y de paso entro un poco en calor. Les dejo sobre la mesa escritorio las llaves del local por si tienen que salir. Regreso en pocos minutos.
- ……………
- ‘¡Qué extraño!… Ni siquiera me miran cuando les hablo. ¿Qué será lo que las aqueja?… Mejor no les pregunto nada, porque no quiero discutir ni hacerme problemas con ambas. Cuando se calmen y vuelvan a la normalidad, hablarán.’
- ‘¡Qué increíble!… La gente está loca. ¿Es posible que la Navidad ponga a todos así?… ¿Será esa la causa de la tristeza de mi hija y de Maryan? ¡Qué locura!… ¡Todos atropellan!… Ni siquiera miran hacia donde van. Todos están distraídos o ensimismados…’
- ¡Epa, señora!… ¿No ve por donde camina?…
- ……………
- ‘¡Qué barbaridad!... Ni tan siquiera se detuvo para disculparse. Ni idea tienen que la vida no es comprar y agasajar. Estoy bien seguro de que no poseen el más remoto concepto del significado de la Navidad. Han tergiversado el verdadero sentido de esta celebración.’
- ‘Recuerdo en mi infancia, mamá no se volvía loca por efectuar compras para el festejo. La fecha tan solo representaba una conmemoración religiosa y recogimiento por la noche –Misa de gallo-… Y una reunión familiar al día siguiente con una buena comida. Había sí, regalitos, pero no se trastornaban. Hoy es un… ¡Viva la Pepa!’
- ‘Tal vez sea así… Tal vez de la otra manera. No se puede estar seguro de cómo es en su generalidad. De hecho, ésta es la realidad en la que se llevan por delante los unos con los otros en el mayor de los desórdenes y con la mayor de las irrespetuosidades.’
… Y así se alejó por la avenida Rivadavia farfullando sus pensamientos y molestias. La gente obsesionada y apurada continuaba en su atropello, mientras él intentaba evitar los encontronazos gracias a su agilidad a pesar de los años que se le fueron subiendo lentamente a su espalda; saltaba de un lado a otro, lo que le era más fácil que detenerse y pedir explicación.
- ‘¡Muerto!… ¡Qué locos!… Utilizan cualquier medio para jorobar al prójimo… ¡Y estos ojos que me tienen del “tomate”!… Molestan bastante y no me permiten ver bien… Bueno, tengo que aceptar que hay mucho resplandor y puede influir. Arden bastante y no puedo mantenerlos abiertos.’
- ¡Señora!… Esa perrita no está sola… ¡Señora!… ¡A Usted le estoy hablando!… Esa perrita está conmigo. Le sugiero que la suelte… ¡Señora!… ¿Usted es sorda que no escucha lo que le estoy diciendo?… ¡Suelte ya a ese animal!… ¿Quiere ver que no es suyo?… ¡Pachi!… ¡Vamos! –La perra pegó un brinco desde los brazos de la mujer y se alejó al paso de él-
Atónita, alcanzaba a decirle a quien la escuchara, que esa perrita estaba abandonada, y que, por favor, la ayuden a retenerla. Nadie le prestó atención. Muchos la miraron como se mira a un enajenado y continuaban absorbidos en los desasosiegos que provoca la víspera de la Noche Buena y Navidad.
- ‘¡Locos!… ¡Todos están locos!… No les basta con lo que poseen que quieren complicarse con lo ajeno… Y pensar que pertenezco a esta especie.’
- ¡Vamos Pachi!… Sigamos nuestro camino.
Llegaron al ciber. Estaba vacío y ya enfrente de la pantalla, buscó y abrió todas las páginas… Pero… cuando llegó a aquel sitio, se le cayeron las expectativas. Aún estaba vedada la entrada. No podía pasar la barrera impuesta por la no aceptación de su ID. No maldijo. Pero les envió un insulto… Y comprobó por otro lado que existía una leyenda en la parte superior como título:
- “Ha dejado de pertenecer a la comunidad de...”
- ‘Estos estúpidos me dan por muerto en serio. Esperen a que reciban el mail y la carta documento y ya veremos como cambian las cosas. ¡Torpes!… Ni se imaginan el daño que ocasionan… ¡Arderán en los infiernos si es que estos existen!
- ‘¿¡Muerto yo!?…’
- ‘Pero… Es extraño. Siento frío… Mucho frío… Y estamos en pleno verano… ¡Y este enjambre de tela de araña en mis ojos que dificulta la visión!’
- ¡Pachi!… ¿Vamos?…

Tonycarso

Hagamos la guerra... Total...



Hagamos la guerra... Total...

‘A mi hija Laurita, como guía en La Vida, que la ayude a discernir entre La Estupidez y El Sentido Común’
(En virtud de la invasión a Irak de la mano de EEUU)
¡Está jodida la cosa!
Los ‘cuerdos’, desatan la guerra.
Los ‘locos’ nos abstenemos.
“¡Que importa en la humanidad, tu parte,
si lo que quiero es ayudar la mía!”

… Y tal mensaje nos mina.
… Algo así como:
“Vale más esto mío, que aquello que es lo tuyo.
Es más, aquello tuyo, también es mío,
por lo tanto te conmino que te vayas,
que abandones estas tierras
y me dejes aquí el mando.
Me lo des sin consecuencias… O arrepentimientos.”

“¿Usurpación?… Y… ¡Sí!
… ¡O te vas, o te cago a patadas!
Sin importarme, cuantos de los tuyos
y de los míos, caigan”

“Todo esto, en aras de apaciguar presiones
de grandes capitales y ambiciones,
y algunas cosas mías que cargo a mi espalda.”

“¿Los saldos?…
¡Ah!… Los saldos…
Y… ¡Bueh!… Después lo vemos.
Ahora, iniciemos la guerra.
Eso sí, no te rindas.
Si no te has ido
no sirve de nada.
Matemos un poco de humanos
y que éstos queden bien muertos.
Desparramemos más químicos.
Que queden los campos yermos.
Que no se pueda acariciar tan siquiera
las cuerdas de una guitarra.
Que ni vuelen los pájaros…
Sólo misiles y balas.
Que lloren los niños.
Ellos no comprenden. No saben nada.”

“No importan las formas
en que los cuerpos queden.
Mirando hacia el Este o hacia arriba.
Masticando la arena
o besando la tierra.
Torcidos, derechos, sentados
o despedazados.
Pero eso sí
que haya heridos y muertos.
“¡Qué importan posturas!
Lo que sí importa, es ganar la guerra
a costa de sangre y vida de otros.
No la nuestra… ¡Total!
La historia, según el que escriba
lavará cerebros”… -El agresor proclamaba-

… Y por más que grites,
la diplomacia vendrá
en un caño de acero
que pondrán en tu cara.
Y… “¡Que hagas silencio!” -Dirán-
Porque eres nada.
… Y mucho menos
cuando volar intentas
por tus propios medios.

Entre ideologías, religiones,
costumbres obligadas
y pasiones egoístas, descontroladas,
la tierra se hunde, se despedaza.
… Y el hombre no sabe,
o sabe, y prefiere ignorarlo;
en esta tierra, no es el que manda.
Está la Vida, que lleva las riendas
y él, complemento minúsculo
que nada comprende,
en su universo está solo de paso
y lo que la historia escriba
lo leerán sucesores de aquellos muertos.
Y tal vez, con un poco de suerte
¡Ni ellos!… porque,
en una de ésas,
en La Tierra quede nada.

Sólo la Vida en un rincón escondida.
Dispuesta y con ganas
a reiniciarse pronta,
pero sin el desliz,
sin aquél descuido.
Y en su nuevo intento,
seguro,
no hará del hombre,
-Conejillo de India-
su triste ensayo.

Tonycarso

FRÍA DESNUDEZ

FRÍA DESNUDEZ

A Maca

… Y llegó el otoño
después de aquel verano.
Lentamente de tu árbol
las hojas se tiñeron
ya sin aliento,
sin sabia, sin vida.
… Y fueron cayendo.
Se desprendieron para
mirar hacia arriba,
desde la tierra.
Tu árbol quedó desnudo.
... Y nuestro amor
desnudó con él.
Tonycarso

¿Y AHORA?... ¡QUÉ!

“El sol grita su luz... Y nosotros la ignoramos sumergiéndonos en la oscuridad de la noche.”
Tonycarso

A Magari

¿Y AHORA?... ¡QUÉ!

- “El tiempo se nos viene encima. La noche nos pisa el Alma y el mundo se halla inmerso en la oscuridad”…
Tales eran los pensamientos de aquel guerrero cansado, agobiado por las inclemencias de las confrontaciones en batallas con seres como él. Seres que defendían sin conocimientos de lucha, lo poco que poseían: sus pequeñas pertenencias, sus familias, sus causas, sus motivos por conservar la Vida, y que en su mayoría eran avasallados por el poder organizado del hombre ambicioso y despótico.
Él había sucumbido cuando joven a los hechizos de la empuñadura de plata y oro de la que sería su espada. Ella en sus manos era conducida como ninguna. Todos murmuraban la posibilidad de una energía propia que regía los destinos de otras vidas con tamaña destreza… Y por el sendero del corte exacto a la altura del cuello, dejaba un torso huérfano, sin cabeza, sin brazos, o sin piernas, despedazando en un vaivén de armoniosos movimientos, un cuerpo que caía lentamente sin vida, mientras de él se alejaba la sangre y su alma se desvanecía en un infinito de niebla y polvo, cargado de historias apagadas.
Agotado, angustiado, abatido en los constantes desafíos con sangrientos desenlaces en enfrentamientos propios de quien depende de sus armas, provistas por un ejército de conquistas, para combatir ideas y bienes ajenos, considerados impropios por el poderoso. Cansado de manchar la tierra y su cuerpo con el fluir de la sangre y presenciar despojos como alimento de alimañas y aves de rapiña, aplastó el polvo del camino con sus rodillas descubiertas, dejó las manos apoyadas en la empuñadura gastada de su espada clavada en la tierra e intentó ocultar entre ellas su curtido rostro inundado por las lágrimas, de aquella luna curiosa que a toda costa quería saber de su dolor.
Suplicó perdón a la Vida por su pobreza en un delgado hilo de voz lastimera desde lo más profundo de su garganta seca, con ansias de redimirse mientras que por las cuencas de sus ojos brillosos pasaban las imágenes de la última cruenta batalla. Todo un pueblo había sucumbido ante su espada y la de sus compañeros.
Con furia irguió su cuerpo. Tensó las fibras de cada músculo y se encaminó resuelto hacía el borde del acantilado; con un grito desgarrador que nació de toda una vida cargada de muertos, arrojó su espada y tras ella, su cuerpo inició el descenso vertiginoso que lo llevaría por el sendero de la oscura eternidad.

… Y en aquel silbar del viento en sus oídos, con una mirada vacía de tiempos, se pregunto…
- ¿Y ahora?… ¡Qué!
Un golpe seco se propagó en eco y penetró en el corazón de la Tierra; fue entonces que el guerrero se perdió en las sombras de una noche sin ambiciones ni dueños.

martes, 29 de julio de 2008

Los silencios…

LOS SILENCIOS…

A Maca


¿Qué es el silencio, si no
una carencia de tu voz?...
¿Qué es la falta de tu voz, sino
la carencia de sonidos?...
¿Qué es la falta de sonidos, sino,
-en un espacio de vacíos-
la ausencia caprichosa
de tu imagen y el amor?...
Dime…
¿Qué es el silencio, sin el sonido de tu voz?...


tonycarso

LA ESCALERA

"Cuando un hombre planta árboles bajo los cuales sabe muy bien que nunca se sentará, ha empezado a descubrir el significado de la vida."
Elton Trueblood

A Magari



LA ESCALERA

- ¿Dónde estás?... –balbuceó el bebé con palabras incoherentes-.
- ¡Aquí!... Aquí arriba. –Respondió otro balbuceo también de palabras incoherentes-…
Y gateando se encaramó temerario a los primeros escalones de la Gran Escalera.
- ¿Dónde estás?... –preguntó ansioso el niño con sus primeros años de verde Vida-.
- ¡Aquí!... Aquí arriba... –respondió una voz clara, límpida y dulce-… Y con denuedo, alegrías y fastidios, ascendió más escalones de la mano de sus mayores.
- ¿Dónde estás?... –gritó el púber en su silencio con sus doce etapas marcadas en su psiquis-.
- ¡Aquí!… Aquí arriba… -respondió una voz indefinida-
… Y con las energías de criatura joven ascendió escalón tras escalón, los que iban surgiendo de la nada… Más tarde, siguió escalando de a uno y de a dos en tanto le dieran sus piernas, sin prever que ascendía encaramado al torbellino de cada nueva sensación.
Calló así durante un tiempo su inquietud… Y también calló aquella voz… Pero cuando el niño se sintió hombre después de mirar hacia atrás, la recordó… Y la inquietud se hizo nuevamente carne en él.
- Oye… Disculpa… ¿Aún estás ahí?
- Aquí estoy… Nunca me fui.
- Pero dime… ¿Dónde?
- Aquí… Aquí arriba. Te estuve esperando.
… Y el hombre sufrido, de huesos maltrechos y líneas de tiempo en su rostro, entregó su mirada triste hacia la nada y trepó uno, dos y más escalones con mucho esfuerzo.
- ¡Caramba!... –exclamó el anciano-… ¿Porqué no una escalera mecánica?...
Agitado. Casi en un ahogo suplicó:…
- Oye… ¡Por mil demonios! ¿Por dónde andas?... ¡Déjate ver de una buena vez!
- ¡Aquí!... ¡Aquí arriba!… -respondió una voz cascada y temblorosa-
- Ven, sube un escalón más. –dijo la misma voz con palabras que apenas se entendieron-
Tomó de sí mismo las pocas fuerzas que quedaban y depositó el pie en el siguiente escalón… Y cayeron sobre él, el bebé, el niño, el púber, el adolescente, el adulto y el hombre… Pero ya no sintió el peso de todos ellos. Ya no el agobio. Su mente proyectaba en letanía, un adormecido…
- ¿Dónde estás?…
- Aquí… Aquí estoy… –respondió el silencio-
- Fue largo el camino. Ven, toma mi mano y a partir de ahora recorramos juntos, el descanso y el olvido.

domingo, 27 de julio de 2008

EL BOLÍGRAFO - Relato-reflexión

EL BOLÍGRAFO

A Laura, Rodi y Magari

Ante la inevitable necesidad de disponer del elemento con el que haría posible las urgencias de quitar de mi mente palabra por palabra, transformarlas en frases y en suma, desarrollar el pensamiento en una hoja, mi cerebro se devanaba y por momentos me ajusticiaba por el descuido hecho ausencia.
Padecía la inquietud del olvido; un olvido torpe y absurdo.
La costumbre me había colocado en esa posición.
Todo mi cuerpo protestaba. La mente había utilizado muy bien sus recursos naturales para tender sus redes y apoderarse de él. La reprobación silenciosa fastidiaba hasta sacarme de quicio.
Si tan solo tranquilizara la mente, lograría un resultado favorable. Puse manos a la obra y finalmente lo conseguí.
Había pasado por el local para recoger hojas y bolígrafo, ya que al despertar sentía dentro de mí las contracciones conocidas de la creatividad que pujaban por ver la luz.
La idea era leer todo y remarcar las partes que me resultaran interesantes del diario dominical. Opinar con textos en sus contornos libres y posteriormente, según mi inquietud u ocurrencia, escribir las hojas en blanco que acondicionaba en mi carpeta.
Hojas y bolígrafo fue lo primero que preparé al entrar al local para después salir. Pero he aquí el problema. Cerré y partí. Cuando ya había recorrido un trecho, volví sobre mis pasos porque olvidaba la correa de Pachi. Nuevamente la llave, la primera puerta y después la segunda, las luces, para después darme cuenta que la correa no estaba en el local. Había quedado en el departamento. Partí nuevamente, pero con la intención de seguir camino. No era tan importante. No subiría al departamento a buscarla. Pachi estaba lo bastante bien enseñada como para hacer un buen papel. De hecho siempre lo hizo. Pero lo que más pesaba en todo este enredo, era que no tenía ganas de ir en su búsqueda, porque me urgía recorrer los metros hasta la confitería, ocupar una mesa y disfrutar del sol. Que alguien se adelantase y quitase la mejor ubicación, era una idea que me intranquilizaba y privaba de hacer lo correcto o concentrarme. Reconocía en esto una torpeza, pero no lograba sustraerme.
El tiempo tirano ajustaba sus pasos en un rítmico e inalterable andar.
Compré el diario, seguí hasta Uno y ocupé la mesa sobre la ancha vereda bañada por la sutil calidez del sol de fines de julio. Apenas había pasado una hora del mediodía.
Fue ahí, después de desayunar y disponerme a leer el matutino, que noté las faltas… Ni papel, ni bolígrafo. Esto último me puso furioso por mi distracción. Todo había quedado en el local cuando entré por segunda vez, y en el apuro por llegar sin pérdida de tiempo, olvidé tontamente los elementos más útiles de los que debía valerme para desarrollar mi inquietud.
En ese momento me odié.
Los minutos pasaban mientras intentaba concentrarme en la lectura.
Inconscientemente vacilaba entre acercarme al kiosco, del que me separaban apenas 50 metros, o permanecer en el privilegiado lugar. Lejano para un punto de vista y cercano para otro.
Reiteradamente giré la cabeza hacia ese lugar malsano, pervertido, odiado y necesitado, por no estar aquí, a mi lado… Y varias veces desestimé la idea.
Estaba tan cerca que con estirar el brazo casi lo hubiese alcanzado, pero en las condiciones en las que me desenvolvía, la distancia era una eternidad.
Mi necesidad se acrecentaba con peligro de transformarse en obsesión.
Mi cabeza continuaba el rítmico girar en torno hacia él sin decidir qué hacer. Sobre una silla, la campera, un abrigo, la bufanda. Sobre la mesa, el material, el diario y restos del desayuno. La realidad no pintaba como para dejar estos elementos solos y alejarme aquellos 50 metros. En los cálculos que manejaba con el reloj en mano, cronometrando posible tiempo, corría el riesgo de que mis pertenencias desaparecieran en las manos de algún oportunista entre el gentío que pululaba por la avenida. Nada brindaba garantía. Los vecinos de mesa, enfrascados en lo suyo o aletargados en la somnolencia que producían los rayos del sol. Conocidos, ninguno; y yo desesperado porque todo lo tenía ahí. Me sentía en vena. A punto de parir y me faltaba el bebé.
Acelerar mis pasos en esos cien metros entre ida y vuelta, era demasiado tiempo. Era una cuadra con visión de media. Sería un constante volver la cabeza hacia la mesa durante el trayecto, perdiendo parte del tiempo calculado. Y en el caso de verme apremiado por algún personaje con deseos de adueñarse de mis cosas, me vería obligado a regresar rápidamente, y para colmo, con las manos vacías, sin tan siquiera cumplir con el cometido. Pero, también… ¿Si ese alguien tomara lo que no es suyo y partiera en sentido contrario al mío? Tamaño disgusto me llevaría, y la apremiante situación no me dejaría pensar y mucho menos escribir. Seguramente volvería insultándome sobre cada baldosa… Y yo no estaba en condiciones de perder nada de lo que poseía.
¡El mozo!… ¡Pero cómo no se me ocurrió antes! Él debe tener una lapicera y normalmente los mozos prestan sus bolígrafos a los clientes.
¿Por qué prestarán los mozos sus bolígrafos a los clientes?… Según he visto, la mayoría se “olvida” de devolverlos… Pero el mozo continúa prestando su bolígrafo. ¡Estoica figura la del mozo!
Ciertamente, clavé la vista en la puerta de salida del bar para atraparlo ni bien apareciera; más este se hacía desear.
Las mesas lamentablemente estaban todas servidas, y no había recambios. Los mozos estaban adentro… Ninguno miraba hacia el lugar, no se les ocurría levantar la cabeza y acudir a mi necesidad. Cada cuál atendía su juego y yo me perdía en las perturbaciones de lo inconexo e incongruente de una situación límite y sin salida.
Y el mozo no aparecía… Cuando lo hizo en una oportunidad, solo pude verle la espalda al regresar hacia el interior. Gritarle, chistarle, silbarle, no era nada gratificante para ninguno de los dos y menos para los que estaban sobre la vereda; amén de que aquel llamado, difícilmente llegaría a sus oídos por el infernal ruido que dejaba la avenida Rivadavia a esa hora. Además de autos y colectivos, se sumaba un grupo de obreros que, indiferentes a las molestias que causaban, no hacían otra cosa que cortar con sierra circular, trozos de baldosas a la par de la mesa que ocupaba, levantando un infernal polvo que por momentos hacía insoportable la respiración, sin mencionar el aturdidor ruido que producían.
No. Definitivamente el mozo también estaba ajeno en la consigna de ese domingo que jugaba conmigo desde que me levantara… ¡Y yo que me había envanecido por mis deseos de escribir! Estos desbordaban la quietud de los dedos.
A ver… ¿Y si tomo las prendas y voy hasta el quiosco, adquiero el bolígrafo y regreso al instante?
No. Seguramente, en ese ínterin, el quiosquero demoraría la búsqueda, si es que tuviese, para después demorar un poco más en darme el vuelto. Y cuando regresase a la mesa, esta ya estaría ocupada con otros personajes.
Pero… ¡Qué suerte doblada la mía!… Ninguna salida.
Rodeado de mi propia molestia, continué desestimando ideas para agenciarme de un bolígrafo; pero…, no las archivé.
Pasaba el tiempo en la incoherencia de mis planteos; el esfuerzo de concentración en la lectura, era nulo. Ya me sentía desahuciado y el malhumor se prendía con arañazos desde el interior en mí cuerpo. Nuevamente la presión del olvido y ninguna solución. Más “cuando la noche al fin cae, una luz aunque lejos, siempre se enciende”… Un sonido diferente llegó a mis oídos. De la nada. Desde el mismo espacio de mis pedidos, deseos o necesidades, ese sonido se convirtió en ondas sonoras proyectadas a mi espalda, golpeando mis sentidos, invadiendo el resto de mi ser, estrellándose en el muro de mi absurdo y recreando a su vez la claridad de una solución.
Giré la cabeza y mis ojos observaron incrédulos una mano pálida y venosa, delgada, ajada y huesuda, de largos dedos que culminaban en prolijas uñas suavemente maquilladas extendiéndose hacia mí; mientras, la tarde terminaba de nacer entre el bullicio de la gente y todo lo que aturdía: motores, bocinazos, el repiqueteo de la percutora sobre la vereda y la sierra funcionando ahora, merced a mis quejas, sobre el camión.
Ella estaba ahí, con su blanca y surcada mano. Con la palma hacia arriba y sus largos dedos extendidos, mostraba su ofrecimiento a la vez que pronunciaba un mensaje bien audible:
•¿Un bolígrafo por un peso, señor?…
Y como quien no entiende, como quien ha sido tomado de sorpresa sin darle el tiempo para sintonizar la misma onda, arqueé las cejas, y mi rostro debe haber mostrado algún gesto de incredulidad, porque la voz cascada y desprolija, repitió segura la misma frase: …
•¿Un bolígrafo por un peso, señor?…
La anciana prodigó a mis ojos al momento, sus miradas de muchos tiempos, tristezas e indiferencias. Miradas con las arrugas de antiguas luchas, pedidos, carencias y desidias. Ella ofrecía mansamente su producto… ¿Su ilusión?… Sobrevivir con sus magros beneficios. Cubrir total o parcialmente sus necesidades. Ella está abandonada. Cada arruga de su rostro, cada pliegue en su mirada, acusa con su dedo justiciero, las falacias y falencias de impropios dirigentes. Ella está desprotegida y descuidada por los principios, los respetos, los derechos, la educación y los valores humanos.
Le negaron existencia a sus necesidades de vieja, obligándola a mostrar las carencias con un bolígrafo verde y regordete en su blanca y temblorosa mano.
•¿Un bolígrafo por un peso, señor?…
Había murmurado, enmarcando su voz con una mirada vacía en el hueco de sus ojos y mostrando un referente de los sufrimientos y abandonos premeditados por las altas investiduras de indolentes.
Ella estaba ahí, a mi espalda y con sus manos extendidas. En una ofrecía un bolígrafo, en la otra, más de lo mismo, incluyendo bolígrafos.
Ella estaba ahí…, impedida de disfrutar su vejez por derecho propio, en la tranquilidad de un hogar sostenido por el sacrificio de los años, cuyos frutos desaparecieron de una u otra forma por los descuidos oportunos de nuestros elegidos gobernantes.
¿Se corporizó en función de mis necesidades? ¿Fue tan potente y con tamaña energía la proyección de mis deseos, que le dieron la materia? ¿Era necesario utilizar sus formas para acercar el bolígrafo deseado? ¿Es posible que un deseo, al ser proyectado al espacio, tome forma y se corporice?
Hasta donde dan mis conocimientos, por ley natural, desconozco esta posibilidad. Más allá, no sé.
¿Se creó esta necesidad premeditada por el descuido o el olvido, para ajustar la aparición de la anciana?
¿Qué es lo primero?… ¿El olvido o la necesidad? ¿Un pasaje obligado de la anciana, o un ensamble obligado por fuerzas conjuntas que se encastran en el espacio?
Y más tarde… ¿Lo hice por caridad o por necesidad? Creo que lo único que me impulsó a comprarlo, fue tan solo mi necesidad.
Nada le importa a mi espíritu del resultado que arrojen otros en su análisis diciendo
•‘… Cada gesto es el producto de otro gesto’. –No importa, no fue mi intención-
Su voz sonó a mi espalda; cuando giré la cabeza, con su mano extendida, ofreció lo que yo deseaba.
¿Fue un pedido de la Vida para no detener yo mi marcha?… ¿Para que siga trasmitiendo pensamientos e ideas con la esperanza que estos se esparzan por los tiempos?… ¿Para que no amordace las voces que golpean y gritan, generando nuevas voces en pos de nuevos oídos, produciendo cambios?… Y si así fuera… ¿Por qué eligió a una anciana en lugar de un niño, joven, hombre o tan simplemente, un conocido? ¿Es también un indicio la realidad que mostraba la portadora, para que me asiera a su imagen absoluta y escribiese denunciando los males del hombre y sus aberraciones? ¿Es también un indicio la realidad que mostraba para aferrarme a ella y escribir basándome en la caída del hombre investido, negándose paulatinamente en el barro pútrido y maloliente de su ambición y poder? ¿Fue un hada o un ángel personificado en esa anciana, para satisfacer solo una ansiedad personal en premio por algún cometido justo? ¿O simplemente fue una anciana que vendía bolígrafos para poder comer y yo estaba justo ahí, necesitándolo y no era necesario tener que levantarme para conseguir lo que había omitido al salir de mi negocio?
Lo cierto es que quedé satisfecho como una criatura que desea un dulce, y obtenido éste, pega media vuelta y continúa en su propio juego, ajena completamente a su entorno. Esa fue mi actitud.
La anciana siguió su camino, vendiendo o tal vez desmaterializándose. Nunca lo sabré. No recuerdo haber agradecido su actitud. Es probable que ella, en sus costumbres, conservara la educación provista de buena familia, o tan solo por ser una constante de la venta callejera, haya agradecido mi magra compra.
Hasta ahora no había sentido la necesidad de verla partir o, antes de eso, hablar con ella. Intercambiar palabras. Invitarla a sentarse y tomar un café en mi compañía. ¡No!… No lo sentí… Y lo lamento. Dejó un mar de interrogantes en mis pensamientos. Tal vez, es egoísmo de mi parte.
¿Fue ángel, hada o simplemente anciana?… Jamás lo sabré.

Nota:
El original de este relato fue escrito sobre las zonas libres de la revista dominical, con el bolígrafo que dejó en mis manos aquella señora anciana, a cambio de un peso… ¿Fue así?… ¿O tal vez por sabedora me acercó el bolígrafo para que este relato dejara sentada una denuncia más, de una situación social reconocida por todos y aceptada seriamente por ninguno?
Lo sorprendente de este hecho: el bolígrafo se quedó sin tinta al finalizar el escrito.
Curioso… ¿No?

VEN - Poesía

VEN

A magari

Ven delicada, sumisa.
Sin miedos ni vergüenzas.
Orgullosa o como quieras.


Bebe de esta fuente de Vida que te ofrezco…
Y humedece en mis aguas,
tus ojos, tu boca, tu rostro.
Tu cuerpo todo, refresca en ellas.

Ven, bebe de mí. No te detengas.

¡Ah!... Y no temas.
Deja en mi blanca arena, tus pensamientos.
También tus debilidades, tristezas y sometimientos.
Fortalece tu alma, en el beber de mis venas
y templa tu espíritu en mi espíritu. Energía que enajena.
Luego, regresa feliz... ¡Grande!... A tu mundo
y abandona esta inmensidad, hasta que decidas.
Hasta que vuelvas.

Entonces, yo estaré en el vergel a tu espera
purificando mis aguas, para cuando regreses
limpies a tu Alma, de impurezas
con sed de mí
nuevamente en ellas.

SINDROME DEL TIEMPO - Relato-reflexión

“No huyas, el tiempo está dentro de ti.” Tonycarso
A Laurita y Magari
SINDROME DEL TIEMPO
La suela de su zapato derecho estaba a punto de asentarse sobre la superficie del pavimento de la gran avenida, cuando su semáforo privado le alertaba un cambio en sus cálculos. Muy adicto a ellos. Se le había hecho una constante adelantarse a los hechos, y también al mismo tiempo. Los realizaba por medio del razonamiento basado en sus propias experiencias y en alguno que otro supuesto. Quedó estático al borde de la acera. Recién apenas el amarillo superaba al verde… Y aquel colectivo transportando pasajeros, avanzaba casi pegado al cordón de la vereda, sin disminuir la velocidad como él lo había previsto -frenando frente a la franja peatonal que demarcaba el inicio del cruce de aquella avenida con la calle angosta, justo cuando la señal roja iniciaba su apogeo-; pero no, aceleró contra toda ecuación en la que estuviese involucrada la lógica… Como si el tiempo lo estuviese persiguiendo o él persiguiese al tiempo. Avanzar, no detenerse. Hacerlo era quedar. ¿Más importante era lo porvenir?... Claro, tiene el dulce sabor de lo desconocido, misterioso y esperanzado. Lo que queda atrás, se supone ya sabido, pero sin darnos cuenta dejamos infinidad de puertas ignoradas o cerradas y nos alejamos presurosos sin tomar conocimiento de lo que habita tras ellas. Avanzar es la consigna... ¿La determinación?... ¡Del chofer! Los pasajeros cansados, ensoñados, dormidos o simplemente despiertos en un viaje nocturno. Inconsultos, iban rumbo, a sus destinos. - ‘¿Destino?’ -Se dijo el hombre inquieto sobre la acera-... ‘¿Cuál destino?... ¿El que regía por intermedio de aquel conductor prisionero de una actitud egoísta e irresponsable?’Las 21:30' aseguraba el campanario de la Basílica. Tenía tiempo y de sobra; pero su reloj interno le apuraba el ritmo sin advertirlo y sentía la necesidad de llegar rápidamente. Le restaban tres cuadras para cumplir su cometido. Tampoco él escapaba al torbellino de aquella obsesión. El colectivo no aminoró la marcha. Corría la carrera absurda contra el tiempo anteponiendo la excusa de un semáforo, y pisaba la franja blanca peatonal cuando el rojo gritaba su alerta a la cordura y la sensatez, al tiempo que surgía como traído de otra dimensión, aquel bólido de metal y carne desde el lado opuesto sobre la parte central de la avenida y en la misma dirección. Él también corría al tiempo. Para él también sería mejor el tiempo por delante que el que lo perseguía. El tiempo… tesoro preciado que todos buscan de cualquier manera. - ‘¿Ganar luz verde en el próximo cruce?... Descartado. También pintaba rojo en sus señales... ¿Entonces?... El tiempo. Sí, el tiempo y la intolerancia: ésa era la respuesta.’No se alcanzó a ver el rostro de su conductor, pero el hombre desde su lugar sobre la acera, lo supuso contraído, porque escapaba al tiempo de atrás, aquél que lo podía detener. Se adelantó al colectivo obligándolo a una brusca frenada en un giro imprevisto del volante hacía la derecha por delante de su trompa, para retomar la calle angosta que hacía cruz con la gran avenida.Las 21:30’ y las campanadas de la torre de la Basílica continuaban confirmando aquella hora.Todos dejaban la sensación que apuraban sus pasos para ganar tiempo, para no perderlo, sin pensar que lo que debe venir, vendrá… Siempre habrá un después. El hombre observaba quieto y expectante con su tiempo detenido al borde de la vereda. Mientras las huellas del automóvil quedaban marcadas, muy a pesar de su chofer, como un señuelo en el pavimento y su chirrido servía de corolario al último son de aquellos bronces. El colectivo siguió su marcha, regulando ahora su velocidad. El golpe fue seco y un sordo estampido estremeció su cuerpo. El hombre continuó con aquel movimiento interrumpido iniciando el cruce de la gran avenida. Sus pasos ahora lentos. Comprendía que su tiempo, sea cual fuese, sería eterno mientras tuviese energía en su cuerpo. Sus pies en el piso, pero el alma se le había disparado y sus sentidos quedaron atrás. El volquete donde arrojara el envoltorio de las galletitas consumidas, había dado un brinco sobre la vereda y amontonado sobre él, simulando un abrazo indefinido y póstumo, los restos del automóvil. El chofer, al que no logró verle el rostro, al fin había sido alcanzado por el gélido tiempo detenido… Y sin él saberlo.Quedó con sus brazos extendidos intentando alcanzar el tiempo de adelante... escapando al de atrás.

TORBELLINO - Relato fantástico

“El sol grita su luz... Y nosotros la ignoramos sumergiéndonos en la oscuridad de la noche.”
Tonycarso
TORBELLINO
A Magari



- “El tiempo se nos viene encima. La noche nos pisa el Alma y el mundo se halla inmerso en la oscuridad”…
Tales eran los pensamientos de aquel guerrero cansado, agobiado por las inclemencias de las confrontaciones en batallas con seres como él. Seres que defendían sin conocimientos de lucha, lo poco que poseían: sus pequeñas pertenencias, sus familias, sus causas, sus motivos por conservar la Vida, y que en su mayoría eran avasallados por el poder organizado del hombre ambicioso y despótico.
Él había sucumbido cuando joven a los hechizos de la empuñadura de plata y oro de la que sería su espada. Ella en sus manos era conducida como ninguna. Todos murmuraban la posibilidad de una energía propia que regía los destinos de otras vidas con tamaña destreza… Y por el sendero del corte exacto a la altura del cuello, dejaba un torso huérfano, sin cabeza, sin brazos, o sin piernas, despedazando en un vaivén de armoniosos movimientos, un cuerpo que caía lentamente sin vida, mientras de él se alejaba la sangre y su alma se desvanecía en un infinito de niebla y polvo, cargado de historias apagadas.
Agotado, angustiado, abatido en los constantes desafíos con sangrientos desenlaces en enfrentamientos propios de quien depende de sus armas, provistas por un ejército de conquistas, para combatir ideas y bienes ajenos, considerados impropios por el poderoso. Cansado de manchar la tierra y su cuerpo con el fluir de la sangre y presenciar despojos como alimento de alimañas y aves de rapiña, aplastó el polvo del camino con sus rodillas descubiertas, dejó las manos apoyadas en la empuñadura gastada de su espada clavada en la tierra e intentó ocultar entre ellas su curtido rostro inundado por las lágrimas, de aquella luna curiosa que a toda costa quería saber de su dolor.
Suplicó perdón a la Vida por su pobreza en un delgado hilo de voz lastimera desde lo más profundo de su garganta seca, con ansias de redimirse mientras que por las cuencas de sus ojos brillosos pasaban las imágenes de la última cruenta batalla. Todo un pueblo había sucumbido ante su espada y la de sus compañeros.
Con furia irguió su cuerpo. Tensó las fibras de cada músculo y se encaminó resuelto hacía el borde del acantilado; con un grito desgarrador que nació de toda una vida cargada de muertos, arrojó su espada y tras ella, su cuerpo inició el descenso vertiginoso que lo llevaría por el sendero de la oscura eternidad.
… Y en aquel silbar del viento en sus oídos, con una mirada vacía de tiempos, se pregunto…
- ¿Y ahora?… ¡Qué!
Un golpe seco se propagó en eco y penetró en el corazón de la Tierra; fue entonces que el guerrero se perdió en las sombras de una noche sin ambiciones ni dueños.

Aquellos que sin sufrir, ignoran - Prosa

Aquellos que sin sufrir, ignoran


Avasalladora, arrogante, indolente e indiferente te avienes por las calles de las noches de mí andar. Me sustraigo… -Tal vez repetido mil veces, o tal vez sólo mencionado en alguna-… Te cancelo, hasta intento no permitirte la entrada, pero débiles las defensas se repliegan y llenas los espacios con los sones de tu ingreso… Y es entonces cuando aspiro nuevamente el perfume de tu piel alejada, escondida, evadida… Es entonces que enciendes la luz en mi entorno con la mirada de… ¡OH contradicción!… tus oscuros ojos… Es entonces que me abandono a tu antojo y me detengo siempre mirando hacia el norte, ora hacia el este, ora hacia el oeste o también “mirando al sur”… según me encuentre en posición a tu casa… Y elevo sobre los edificios mis ojos que lanzan sus miradas ansiosas con el febril deseo de encontrar sobre los tejados algún mensaje que dejaras como al descuido, con el que alientes mi dura espera.Con el suspiro sostenido, bajo pesaroso la mirada desde aquellos montes imaginarios, y es ahí entonces cuando, asumido el orden que impone crudamente la realidad entre baldosas flojas, veredas en sombras, calles desiertas y un silencio que sobrecoge la soledad de mi alma…, sucumbo ante la orfandad del amor.Expulsado el suspiro, aspiro y respiro tan profundamente que queda la sensación de haber sustraído al mundo su oxígeno y extiendo mis manos etéreas, sostengo a mi alma dolida y la atraigo hacia mi pecho, intento abrigarla con el calor que le falta y la guardo en el bolsillo de los tesoros del hombre, apartándola de las gélidas actitudes de los que se alejan, de los que ausentes, ignoran.

Y el sol fue a parar a tus manos - Poema



Y el sol fue a parar a tus manos

Desperté esa mañanacon
gris oscuro en mis ojos
con gris ceguera en el cielo
¿Y el sol?... Cautivo. Recluido

Vestí mi cuerpo en premura
Rugía en mis venas
esa dura consigna
¿Y el sol?... El sol se había escondido

La languidez de lo mustio
adormeció la mañana
y mis ojos ciegos inquirieron…
¿Y el sol?... El sol ya corrompido

Mojó la lluvia mi cara…
O fueron lágrimas… -no importa-
Lo cierto, bañaron mi rostro
¿Y el sol?... El sol ya tenía su nido.

Las calles mojadas
promiscuas en el frío
devolvieron a mis pasos, los vacíos
¿Y el sol?… El sol tal vez seguía dormido.

Pero un grito
sacudió a mis oídos
y la realidad abofeteó mi existencia
Mi alma yacía en jirones
atrapada entre altas ramas de los tilos

¿Y el sol?… Al sol esa mañana
tu silencio lo había suprimido.

LA CASONA DE LA NOCHE NEGRA (Entre margaritas y malvones)

"Siempre hay error entre los hombres cuando no se posee la seguridad en sí mismos" Tonycarso

LA CASONA DE LA NOCHE NEGRA (Entre margaritas y malvones)

A Magari

La esperó solapado en un rincón de su cuarto, al abrigo de la oscuridad de una lámpara sin luz y de una noche en la que la luna incipiente, lastimosamente prestaba reflejos de sus rayos de plata sobre el viejo naranjo del patio trasero de la casona.De vez en cuando, en alguno que otro movimiento para cambiar la postura, sus ojos inyectados de odio se mostraban tenebrosos ante el refulgir de un haz de luna en la ancha hoja de metal de aquella cuchilla que tomara a hurtadillas de un cajón del mueble de la cocina. Su intención macabra lo concentraba en su condición de animal-bestia al acecho.Evitaba encender un cigarrillo para calmar su ansiedad, porque no debía alertar a su presa. Controlaba a duras penas su respiración que galopaba en sus pulmones.No podía fallar… ¡Este era el día!… ¡Esta era la noche!Él sabía y estaba convencido… Las costumbres eran sus aliadas. Pronto vendría a darle el beso de las buenas noches y estaría preparado para culminar la obra que lo obsesionaba.Transpiraba su sudor y bañaba su cuerpo en él… El calor y la presión se hacían sentir... Eran insostenibles, al igual que la invasión de insectos a los que soportaba estoicamente.El mango de aquella cuchilla siniestra se le había pegado a su mano izquierda.Los segundos eran minutos y estos, horas. Sus nervios lo consumían… Cuando se escuchó el familiar sonido proveniente del arrastrar de las sandalias, en su rítmico andar, que acercaban con sus cortos pasos a la mujer que lo gestara 33 años atrás…, contuvo la respiración. No temía quedar sin aire.Crispó su mano en el mango de la cuchilla, la hoja se elevó ardiente en pie de guerra. Hambrienta, amenazante y conocedora de su poder destructivo en manos de un ser poseído por el descontrol y las fuerzas macabras de las sombras eternas.Aquella mujer de paso cancino, regordeta con su carita redonda, cargando años de sacrificios, llantos, oraciones, esperas y frustraciones, y una que otra esperanza, penetró en la habitación como lo hiciera durante tantos años, como un ritual impostergable.A tientas, pero segura, se dirigió hasta la cama de su hijo, mientras su voz maternal prodigaba en ese espacio cargado de oscuras intenciones, su aliento de ternura.... Manu… Manu… ¿Ya estás dormido hijo? Vengo a darte... -Y su voz quedó trunca en la garganta. Ya no podía completar aquella frase de todas las noches. Tampoco habría palabras nuevas en ella-La hoja de acero arrojaba destellos intermitentes en la oscuridad. Hambrienta de carne y sangre, dibujó un arco abriendo el aire de un tajo y penetró sedienta, certera y ambiciosa en la espalda arqueada de aquella sorprendida e indefensa anciana. El primer golpe sonó seco y dijo de la rotura de algún gastado hueso que se cruzara en su camino… Pero a él no le importaba cuál. Estaba concentrado en su tarea. No podía detenerse ante insignificantes sucesos. Su mano derecha estaba enredada en la abundante y blanca cabellera de aquel cuerpo inerte desde el primer desquiciado golpe; la sostenía de pie, mientras su mano izquierda, blandiendo con fuerzas el mango caliente, ascendía y descendía por el mismo arco sin intervalos. Una y otra y otra vez… llegaba hasta la superficie de la carne, señal suficiente que indicaba que la fría hoja había llegado a su destino. Cien veces se elevó por los aires, y otras cien veces cayó convencida de un surco nuevo.Extenuado y con el brazo acalambrado por el esfuerzo violento y asesino, dejó caer el cuerpo de su madre al piso y se aplastó en la cama para recuperar energías. Su pecho subía y bajaba en respiración agitada. La excitación lo había llevado a un estado de situación extrema haciéndolo pasar por constantes ahogos.No supo cuanto tiempo quedó con la mirada pegada en la oscuridad del techo. No le importaba carecer de un punto de referencia, es más, daba muestras de no importarle absolutamente nada. Él tenía sus propias imágenes calcadas en la mente… Y las fue repasando con lentitud, justificando con sus análisis, la acción.Al cabo de aquel tiempo de inanición, de un salto se puso de pie y se encaminó hacia el patio, que ahora estaba más iluminado al animarse la luna a invadir el espacio sin permisos. Quitó la madera que cubría el pozo que cavara con anticipación y excusas inverosímiles y regresó a su cuarto, se inclinó sobre el cuerpo inerte de su madre y, como un experimentado desarmador, metió sus pulgares en el hueco de los ojos y presionando en ellos, los arrancó con un solo movimiento, los colocó dentro de una bolsita negra y a su vez, la envolvió con un pañuelo de seda amarillo. Más tarde, arrastró el cuerpo sin vida hasta el pozo arrojándolo sin contemplación y con odio. Un ruido sordo surgió de su interior y se apagó sin eco en el silencioso hueco de la madrugada. Dejó caer de inmediato el pañuelo amarillo con su contenido macabro, que siempre maldijo en su exasperación.Poco a poco cubrió el pozo. Durante el día apisonaría la tierra y plantaría en honor a ella margaritas y malvones en la superficie.Se quitó la ropa, limpió prolijamente el cuarto y en otra bolsa grande, metió todo aquello que lo comprometería, depositándolo en la vereda en el preciso momento que hacía su aparición el camión recolector de basura. No quiso correr el riesgo de manos anónimas y necesitadas de elementos que nada tenían que ver con su contenido.¡Al fin estaba solo!... ¡Al fin lejos de tantas recomendaciones molestas!... ¡Ya no más caricias de manos ajadas, ni molestos besuqueos con aliento a viejo!Después vendría un cuidadoso baño y con su cuerpo mojado se recostaría sobre sábanas limpias, adentrándose en su sueño de lo-cura y paz.La madrugada corrió sus horas y los primeros visos de claridad provenientes del alba, iluminaron tenuemente la habitación ordenada.Manu dormía su sueño de otros infinitos sueños.El reloj sobre la mesa de noche marcaba las 7 y 30 de la nueva mañana, mientras el sol prestaba generosamente algunos rayos que acariciaron los revoques caídos de la pared medianera del patio trasero. Dos viejas y ajadas manos abrieron las celosías de una de las siete habitaciones que daban a la larga galería. Fue entonces que las baldosas dejaron oír el familiar arrastrar de gastadas sandalias en un recorrido acostumbrado y matinal, dirigiéndose a la cocina, seguido de ruidos de jarros, cubiertos y agua llenando algún recipiente… Y un desayuno humeante con olor a tostadas que partían desde la bandeja, que portaban aquellas manos, iba rumbo a la habitación de Manu. Debía despertarlo con el desayuno en la cama como era su costumbre de tantos años. Una nueva jornada se iniciaba y tenía que partir a horario para su estudio.¡Manu!… ¡Manu!… -desde muy lejos, entre sueños, le llegaba esa voz a sus oídos… apenas audible-.¡Manu!… ¡Manu!… -se reiteraba esta vez mucho más clara-.Aquella voz femenina invadía la paz de sus sentidos.Entre el sopor y la confusión, no podía comprender lo que ocurría.¡No!… ¡Nada de esto era cierto!… ¡Ella estaba muerta!… ¡El se había encargado que lo estuviera! Había dejado en su cuerpo profundas heridas con una hoja de acero, despertando borbotones de roja sangre, ante sus ávidos ojos en los que solo había locura extrema.¡No!… Esa imagen era una mentira. Sus ojos, esos ojos profundos y oscuros que siempre lo desnudaron, y en los que jamás pudo mirarse… Aquellos de mirar intenso que lo confundían e inhibían y por lo que lo abrasaba un odio incontrolable y que jamás le pudo encontrar una explicación coherente… Y ya no le interesaba saberlo. Los odiaba. ¡Si!... Y ya estaban cerrados y enterrados en el patio trasero con un cuerpo, cuyo rostro mostraba solo huecos en lugar de un par de ojos.¡Ella estaba muerta…! Y con ella, su alma habría desaparecido. ¡No!… No podía ser de ella esa voz. Su subconsciente le estaba jugando una mala pasada… Pero la voz se hacía cada vez más clara y audible… Tan dulce y colmada de amor como cuando estaba en su vientre y lo acariciaba, arrullándolo en canciones de esperanzas… Esperanzas forjadas en las mentes de las madres, en las que se comprometen a evitar que a sus hijos los invadan las cosas feas, al proyectar un mundo diferente para ellos, producto de inocentes sueños, sin tener en cuenta que el mismo mundo está formado por miles de millones de conceptos diferentes entre sí.Sintió una cálida y suave mano en caricia sobre su rostro que conmovió todo su ser acelerando el ritmo de los latidos… Y cuando abrió los ojos, regresando de aquel macabro sueño, la sangre se congeló en sus arterias, sus músculos se contrajeron, la piel se puso tensa, mientras el corazón sin aviso previo, estalló… Ya no había vida.En su rostro quedó reflejada la tremenda impresión recibida. Sus ojos grandes, desorbitados, mirando la nada… O tal vez, quién sabe, un todo.Su madre solícita y sin darse cuenta de la situación, dejó la bandeja sobre un banquito próximo, inclinándose para darle un beso en la frente. Fue entonces que tomó conciencia de su quietud y rigidez. Alarmada comenzó a sacudir el cuerpo de su hijo. Un sudor frío inició su descenso mojando su viejo vestido, y anunciaba la entrada triunfal de la gélida muerte en esa casona. Al intentar apoyarse en la mesa de noche para sostener su tambaleante figura, cayeron al piso en un frasco, restos de la debilidad humana, autora del alejamiento definitivo de su hijo.Al inclinarse nuevamente sobre el cuerpo quieto, apoyó su cabeza en aquel pecho desnudo, con mucho dolor y resignación, y lloró sus lágrimas de rojo sangre de huecos ojos, sin ojos, mostrando su espalda con heridas abiertas por cien certeras puñaladas que el desposeído asestara durante la noche negra.Manu había partido y con él los proyectos, los sueños y las esperanzas de una madre ilusionada.El llanto y lamento brutal en grito desgarrante que arrancara con dolor de su pecho, se dispersó callado, por los silenciosos confines del viejo barrio.Esa mañana se mostraba en plenitud. El verano estaba en su apogeo. Desde temprano, la temperatura amenazaba con ascender sin contemplación. Los vecinos iniciaron sus diarias salidas o entradas y cada uno de ellos, embebidos en sus propias quimeras, ignoraban gran parte del mundo que los rodea. Jamás oído alguno escuchó el angustioso grito póstumo, que quedó prendido en los rincones oscuros de los suburbios.Eran las 11:00 de la mañana, cuando la puerta cancel se abrió y dio paso por el antiguo zaguán de baldosas cubiertas de fino polvo, a la figura de una mujer enfundada en clásico y elegante traje de corte sastre, medias color humo transparente y calzado de tacos altos. Sus pisadas eran firmes y su taconear lo confirmaba. Tras ella, 5 muchachos sonrientes y ansiosos la seguían. los ojos sediciosos, contemplaban con ansias su generoso cuerpo.- Son 7 habitaciones, un comedor muy grande, 3 baños completos, un patio delantero, otro trasero con un gran naranjo rodeado de margaritas y malvones, una cocina grande y antecocina.- Un poco de higiene y la pueden habitar… – concluyó la hermosa señora, con sonrisa enigmática, dando los costos y formas- El contrato se firmó en el mismo lugar y la casona se habitó en el acto.Cuentan algunos vecinos de ese entonces, que aquellos muchachos estudiantes, hoy ancianos, jamás se casaron… Y jamás abandonaron aquella casona, solo para sus estudios y necesidades primarias. Lo que desconocían, eran las causas que habían motivado tal decisión en los 5 muchachos. Desde el primer día se mostraron complacidos por la calidez de ciertas caricias que recibían al acostarse y antes de penetrar en sus sueños, mientras una suave y tierna voz de anciana les susurraba en sus oídos: - … Manu… Manu… Que tengas buenos sueños, hijo… Para un dulce despertar.

sábado, 26 de julio de 2008

ECUACIÓN

ECUACIÓN

Un Uno indivisible y otro Uno también, indivisible. Cada uno de ellos, Único. Cada uno de ellos Individual… Que por ser Indiviso, Único, Individual, en un esfuerzo supremo, pliegan sus conocimientos y defensas y aceptan enfrentarse mesa y café de por medio para intentar ser un Dos y más tarde, que este dé una ecuación en igualdad a Uno… Algo así como que “2 es igual a 1”.De contextura gruesa, anchos hombros, brazos rellenos, manos inmensas en las que apoyaba su redonda cara de piel enrojecida, y en donde el tiempo marcó su obra de arte repitiendo surcos, pintando cejas y destiñendo impiadosamente en su cabeza la escasa cabellera, mientras concentraba su aguda y necesitada mirada en las miradas y gestos ansiosos de aquella Uno, que accedió a una invitación informal, también impulsada por ser indivisa. Ella sostenía aquella mirada profunda, sin perder la atención a sus grandes esfuerzos por mostrarse simpática, gentil, interesante, atractiva y no desaprovechar detalles del rostro del hombre que las circunstancias le pusieron frente a ella. Sabía… De sobra sabía y veía -al igual que él en la suya- que había en su habitación una cama, una almohada, una silla, una lámpara, un plato, un cubierto, un vaso, un jarro, un cepillo de dientes y una sola unidad por cada acto, aunque los deseos forjaran sueños de Dualidad incumplidos. Un desayuno, un almuerzo, una cena… Y un silencio. Todo uno e indivisible. Un espacio vacío en donde estirar brazos y manos ansiosas, y solo atrapar en la desesperanza de esa Unidad, el sitio invadido por la nada.
A ella se le achicaba el Alma…, tras aquella carita manchada por pecas, de ojitos saltones, de labios muy finos, y de dientes gastados con algunas ausencias, y en la que los tiempos cruelmente dibujaron fantasmas. Él no era indiferente a ese sentir… Se veía frente al gran espejo que abrigaba su imagen solitaria sin que un par de manos traviesas se colgasen de sus anchos hombros en muestra de un sentir más profundo que un simple afecto. La soledad indivisa los abrazaba, pero aún no los unía. Se miraban y temblaban. Se miraban y se esforzaban por entrelazarse para formar un Uno indisoluble. Dos, igual a Uno. Perfecta ecuación humana. Los rostros de cachetes encendidos, las manos de temblar constante y apenas perceptible cuando el pocillo ascendía o descendía de los labios. La sangre en ebullición súbita y la oportunidad irreproducible que no daba posibilidad de errores. Ambos sabían de esa Unidad de la que venían. Ambos estaban agobiados de esa Unidad de la que deseaban alejarse precipitadamente. Los años…, esos años se habían amontonado dolorosamente en cada rincón de sus existencias. Estaban definitivamente alojados. Ya no los abandonarían. Las voces temblaron, las manos se tocaron, los cuerpos se estremecieron y las sonrisas de alivio expulsaron los suspiros cautivos. El Uno y Uno dejaba de existir. Ya gritaba la Dualidad… Y los sueños y los proyectos aletearon volando de a Dos. Ya no habría caminatas a solas, ya no habría reunión con Uno mismo. Ya no habría más lo indivisible. Sólo faltaba la fórmula que los llevara a la ecuación mágica en la que “2 es igual a 1”
No buscaban Uno y Uno. No la suma de Uno y Uno que dé Dos. Ellos buscaban desesperadamente que el frío del Uno más Uno se transformara en el Uno absoluto. Que, sin obstáculos o refutaciones incómodas y entrometidas, esta vez aceptaría ser divisible en su Unidad. Y allá fueron. Y avanzaron. Ya las sombras que los aprisionaban en la Unidad, soltaban sus cadenas y sucumbían por la fuerte presencia de esa Unidad divisible que acercaba sus huestes armando murallas, levantando defensas. Ya era futuro, ya había planes, ya surgieron proyectos y los pocillos vacíos con sus fondos oscuros de borra, también sucumbieron ante la vorágine de palabras que caían en cascadas sobre ellos, hasta cubrir primero la totalidad de la mesa ascendiendo y cayendo por los bordes hasta el piso y rodando a lo ancho y largo del pequeño salón. Algunas ganaron precipitadamente la calle a través de hendiduras abiertas, de puertas y ventanas entornadas; otras se colaron tras el mostrador. El volumen se incrementaba paulatinamente. No había un aliento de detención… Y las pequeñas manos de ella se encontraron cautivas entre las inmensas manos de él, sin ánimo de desprenderse, cubiertas de palabras que continuaban acumulándose sobre la mesa, el piso y en cada rincón del salón. Ya eran Uno solo. La ecuación mágica se estaba realizando. Ya hubo Un solo pensamiento, Un solo decir, Un solo futuro por vivir, Un solo de cada cosa por hacer para esa Unidad… Cuando todo era Uno, cuando los cimientos de esa ecuación se estaban fortaleciendo… Cuando los silencios debían hacerse presentes en los sonidos y estos dejarse oír en los corazones a través de las miradas del Alma, ella, segura de sí misma, olvidada de las presiones y angustias de su anterior Unidad, abandonada de las sombras y despojada de sus peligrosas y dolientes garras, dejó colgadas en el aire, como al pasar, aquellas frases disfrazadas que terminaban de sembrar una negra intención: las pretensiones de la individualidad. Las palabras rodaron bañadas en ácido sobre las otras vertidas en la mesa, carcomiéndolas lentamente. El hombre suspicaz y experimentado, comprendió de inmediato la intención y su futuro. Otra imagen, otros anteriores proyectos, otras ilusiones forjadas en el pasado, llegaron ante sus ojos. ¡Justo aquella!... que lo terminó arrastrando inmerecidamente a la Unidad que lo encadenaba. Achicó la mirada entrecerrando los párpados y dejó que vinieran los años de intolerancias, incomprensiones, injusticias, incompatibilidades, desequilibrios, y finalmente disoluciones que lo llevaran de la mano hacia el Uno, el mismo que intentaba abandonar. La Unidad indivisible. Su voz se había transformado en una cascada de sonidos chillones que provenían de su garganta rasposa. Lastimaba los oídos. El dueño del bar clamaba para que finalizara el diálogo. Ya no entraban clientes; las palabras volcadas impedían el acceso. Algunas se habían colgado en el espacio formando frases, enredándose y mimetizándose con las plantas en sus macetas. Ya era un insoportable vocerío. Todas habían cobrado vida propia. Todas hablaban por sí solas. Sueltas, desarmadas, disgregadas, pisoteadas y sangrantes… Mientras el dueño imploraba molesto, un final. La conciencia regresó presta al hombre. Los ojos ya no se miraron, los rostros apagaron sus encendidos, los palpitares y vibraciones se aplacaron, la sangre regresó a su ritmo, aunque más lenta, más pausada.
- A pesar del poco tiempo que resta, aún falta mucho camino y tiempo por recorrer… -dijo el hombre en un murmullo ¡tan bajo! que bastó para escucharse a sí mismo-
Las manos dejaron de tocarse y la Unidad transformada en Dos con una ecuación virginal con resultado en Uno, se deshizo finalmente.
Nuevamente el Uno indiviso en cada uno. Nuevamente una habitación, una cama, una almohada, una silla, un plato, un cubierto, un vaso, un cepillo de dientes… y todo uno indiviso. Aquel Uno más Uno, siempre sería Dos, y nunca el Uno que se intentaba encontrar…, porque era perseguido con fervor por la resistencia de la Unidad individual.
El hombre se puso de pie y traspuso el salón, empujando, pateando y pisando letras, palabras y frases que entristecidas, ya se habían llamado a silencio. Se dirigió hacia la salida y a punto de trasponer el marco de la puerta, la voz grave y molesta del dueño del bar, se agregó con sorna a la pesadez del ambiente, después de observar a la mujer con las manos entre sus piernas como abrigando el calor que habían recogido, el rostro caído sobre el pecho en actitud de dolor y arrepentimiento, y sus ojos bañados en lágrimas de torpeza y estupidez.
- Dígame buen señor… ¿Qué cree que debo hacer con la señora y con este montón de palabras con las que regaron el piso?
El buen señor detuvo sus lentos pasos, giró su robusto cuerpo, miró a la mujer sin que esta levantara el mentón, recorrió con la vista la alfombra de letras, palabras y frases, y finalmente dirigió la mirada hacia el hombre tras la barra. Las miradas se cruzaron frías y celosamente calculadas. Uno disparaba, el otro esperaba. El silencio breve se supuso interminable entre algunos suspiros de lamento de aquella tonta y pretenciosa mujer. Y al final, rompiendo el hilo de la rigidez, el buen señor, sin bajar la mirada clavada en los ojos de su interlocutor, le dijo clara y calmadamente…
- Con la señora no tenga cuidado. Seguirá en su Unidad… Y las palabras… Bueno… -Y se abrazó a un corto silencio- … Las palabras, no creo que a usted o a otra persona le sean útiles. Puede barrerlas, o… usarlas de abono.
Y cerró la puerta tras sí, camino a su vieja e inestimable Unidad.

viernes, 25 de julio de 2008

Los muros - Poema -

Los muros

Todo gira a tu alrededor.
A nada eres ajena.
Te involucras o te involucro.
O tal vez… Las circunstancias.

Pero no evita
que todo gire a tu alrededor.
Miles de muros yo he levantado.
Erigidos, asegurados y sostenidos
por la mezcla entre la desigualdad
y la indiferencia…
Y otro tanto, salpicada por el olvido.


Cada uno de aquellos, sirvió en su momento
para contener y empañar tu inmensa figura.
Más, el álcali en su corrosión, fue poderoso.

Y así cayeron, uno tras otro
ante la impiedad de los silencios, las nostalgias…
Y también de los recuerdos.

tonycarso

jueves, 24 de julio de 2008

IMPREVISIBLE

IMPREVISIBLE

(Cuento fantástico)


Todo el pueblo corrió espantado. Algunos, los miedosos escapaban tan solo con lo puesto, los prácticos con algo de temor que los apuraba un poco, se hicieron un tiempito y cargaron con lo que pudieron en los vehículos que poseían. Todos corrían atestando las vías de escape de aquella pequeña ciudad de campo rodeada de estancias. Hacia donde iban, no lo sabían… Sólo iban. Escapaban… Y otros, los que quedaban, los valientes o inconscientes y curiosos, esos que no tienen el más claro sentido de lo que significa el término peligro, se lanzaron hacia el lugar del desastre.El estruendo fue infernal y se escuchó en varios kilómetros a la redonda, acompañado de un fuerte temblor que hizo tambalear los altos edificios de los sectores más poblados, cubriendo el aire con polvo de tierra, denso, casi irrespirable. La iglesia hizo repicar, sin voluntad propia, todo el juego de bronce en el campanario, durante un instante.Una gran púa de acero se hallaba incrustada a lo largo y ancho de un cuarto de manzana de sembradío de girasol y, sostenida por ese eje plateado, una sólida masa de color verde brillante, semejante a un gran sombrero de galera que cubría la circunferencia de un diámetro de casi 100 m. y de proporciones idénticas a una enorme torre de 500 metros de altura.Toda la pieza de acero se había hundido en la tierra y el inmenso sombrero oscurecía con su sombra una gran parte de la zona rural.Sorprendidos, los lugareños rodeaban con miles de interrogantes al misterioso elemento proveniente del espacio. Había llegado en total silencio. Ningún sonido al aproximarse, sólo el estrépito cuando penetró la tierra con ese gran volumen de acero en forma de púa. A las autoridades y personal especializado, les extrañaba que el objeto no emanara calor alguno debido a la fricción con la atmósfera en su caída. Es más, algunos atrevidos y osados aprovechando el descuido de los guardianes dispersos en el lugar, tocaron el acero y comprobaron su temperatura de metal frío. Otros curiosos, presa de la ansiedad, esperaban que se mostrara alguna abertura secreta y dejara ver los rasgos de seres extraterrestres. Había quienes creían ver en alguna parte del gran sombrero, un brillo o reflejo de luz como si por intermedio de ello se emitiera una señal o forma con la que los supuestos visitantes deseaban comunicarse antes de descender. Pero a decir verdad, nada provenía de aquel inverosímil y gigantesco artefacto. Todo se mantuvo quieto. El único movimiento estaba a su alrededor.Víctima de semejante desastre, el dueño de la estancia lloraba su desgracia a las autoridades presentes, invocando la posibilidad de una rápida solución acompañada de una no menos rápida ayuda económica.Los expertos, ya bien distribuidos, tomaron las pruebas que creyeron necesarias y analizaron tantas cosas extrañas como encontraron. Todo debía pasar por sus manos y asentarse en libros con el cuidado correspondiente. Las órdenes provenían desde las altas esferas castrenses. Después de las urgentes comunicaciones que se cruzaron, recibieron los primeros informes a nivel nacional. Por ellos, se enteraron que habían caído cientos de extrañas naves en diferentes puntos del país… Y aún seguían cayendo.Unas con la misma suerte que ésta, otras con la desgracia de arrasar con muchas vidas. Ciudades casi enteras que sufrían la pérdida de seres humanos, sumando el desastre edilicio y la suspensión de todos los servicios de primera necesidad. La gran púa hacía estragos en donde caía. Su silencioso y abrupto descenso no daba tiempo a alertar a las poblaciones atacadas.El informe decía de naves con tamaños similares pero distintos colores. Verde, azul, blanca, negra, amarilla, roja, gris, rosa… Y en ninguno se daba señal de Vida de especie alguna.Las reuniones llevadas a cabo en los lugares de los hechos, vaticinaban una preinvasión de extraterrestres con infinidad de suposiciones. Algunos sugerían aparatos diseñados especialmente para emitir datos a la nave madre con la idea de proyectar el ataque sin errores. Otros, siendo conocedores que el ataque se había producido sólo en su país, creían ser poseedores riquezas especiales o ser una ubicación ideal para apoderarse posteriormente del resto de la tierra.Las asambleas se llevaron en primeras instancias en los lugares de los hechos… Más tarde se trasladaron con todas las in-quietudes, a las cabeceras de los partidos departamentales, para después caer en la capital de cada provincia y llegar definitivamente al distrito federal… ¡Al fin la casa de gobierno!Ya se había emitido un alerta general y las FF. AA. volaban el espacio, recorrían caminos, vigilantes… Mientras la cibernética, en manos de eminentes profesionales y hacía lo suyo.Reinaba una gran confusión. La locura continuaba haciendo estragos y ya eran todos contra todos. El caos se hacía presente. No había explicación para calmar el terror que dominaba a los gente mientras las púas se sucedían ahora, mas espaciadas, según los informes que llegaban de diferentes sectores.Las fuerzas del orden no eran suficientes y pedían apoyo a los civiles. Muchos aprovechaban las identificaciones otorgadas por las autoridades para robar, violar y depredar… El vandalismo se había alojado nuevamente en el hombre. Ya no importaban los niños, ni las mujeres, ni los hombres y mucho menos los ancianos. Los cuerpos se encontraban esparcidos por todas partes, por al efecto devastador de los artefactos extraños y del salvajismo que demostraba parte de los humanos en situaciones límites. La comisión elegida en una asamblea general entre todas las provincias, con uno o más representantes de cada una de ellas según la densidad habitacional, extensión, poder industrial, desarrollo agropecuario y otros valores que los representantes elegidos evaluaron importantes, llegó en definitiva a la Casa de Gobierno para participar en una reunión otorgada por el Presidente de la Nación, después de observar su agenda de audiencias. Al menos así lo exigía la urgencia del caso.Llevaban siete días de reunión en el gran salón de conferencias y aún no habían encontrado una explicación y mucho menos una solución, aunque más no sea, precaria.Los inconvenientes seguían sucediéndose. Las púas continuaban cayendo y los pocos habitantes decentes que quedaban, aumentaban su indignación por la ausencia de soluciones.Algunos gritaron: - ¡Golpe de estado!… Si éstos son inútiles y no saben dar soluciones, declarémoslos ineptos.El resto desatendió la propuesta por considerarla impropia de una Nación ordenada. Cada uno en lo suyo. El que rapiñaba continuó haciéndolo. El que cooperaba continuó con su tarea. Y así cada uno, inclusos los descontrolados por la desesperación…Comenzaban las hambrunas, las enfermedades y la carencia de profilaxis. Los aportes no eran suficientes. Países extranjeros que se plegaban aportaban alimentos, medicamentos y otros elementos esenciales para paliar la situación en zonas de desastres.Y fue así que casi al finalizar aquel séptimo día, un hombrecito menudo, de hombros caídos, casi calvo, con ojos grandes y de andar tranquilo, pidió humildemente ser atendido por el presidente. Poseía cierta información que podría ser útil para dirimir aquel delicado entuerto nacional.Accedieron a su presencia. Y este hombrecito, vestido con ropa de oficina, en mangas de camisa, de grandes y redondos ojos y un par de anteojos sostenido por el final de su larga nariz que terminaba en una pelotita sonrosada, prototipo de la mejor caricatura contemporánea, avanzó lentamente, arrastrando sus pies hasta el lugar; como si el tiempo para él no existiese y mucho menos la premura de la situación que envolvía a la Nación. Efecto de toda una vida sin ambiciones, mostraba la calma de los que no iban más allá de estar atrás de un escritorio, amparado por un sueldo que sustentaba las necesidades básicas de un vivir más que mediocre. Lo escoltaron hasta el Gran Salón de Conferencias en el que se encontraba el presidente con una imagen desprovista de todo protocolo. Los días aciagos con sus preocupantes interrogantes, estaban haciendo estragos entre los presentes. Desaliño personal, ojerizas y hasta uno que otro desmayo que era atendido con premura y celosos cuidados. La desprolijidad sobre la gran mesa era un torbellino de tazas y pocillos volcados sobre sus platos, rebasados de colillas de cigarrillos, cenizas y cajetillas vacías y ceniceros que desaparecían bajo una gran parva de envoltorios de golosinas… Y hasta en los rincones, restos de comida rápida sobre bandejas abandonadas. El ambiente era irrespirable. Una espesa humareda se cernía sobre la cabeza de los delegados a pesar del gran cartel que exigía preservar la salud invitando a no ejercer el vicio de fumar que sería apoyado por una ley a punto de ser emitida desde el Congreso.El diminuto hombre arrimó su boca al oído del mandatario, el que a medida que recibía la información, iba pintando en sus ojos y su boca, gestos de sorpresa hasta emitir al final un gemido de asombro por el que los custodios se abalanzaron sobre el enjuto hombrecito aplastándolo contra el piso. El presidente se puso de pie, detuvo el ataque desmesurado de aquellos hombres y pidió a todos que sigan al informante después de haberle ayudado a recuperarse del mal momento. Con cierta inquietud y curiosidad todos los presentes se pusieron de pie e iniciaron la marcha rumbo a la salida de la Casa de Gobierno, mientras el presidente ordenaba que adelantaran por teléfono su llegada en comitiva a la dirección que diera el pequeño personaje.La comitiva, con trancos largos y firmes, estaba encabezada por aquel oficinista de grandes y redondos ojos tristes del brazo del presidente y más atrás, el resto de las autoridades y delegados.Detuvieron sus pasos frente a las puertas de un gran edificio que ocupaba toda una manzana, propiedad de una empresa extranjera recién instalada en el país para distribuir en él productos provenientes del exterior. Aportaba a la vez, capitales frescos y otorgaba un buen número de mano de obra, pero llevándose las riquezas hacia el Norte en donde se amasa el paquete del poder económico mundial.El presidente le pidió a su edecán que anunciara su presencia. El empresario sorprendido, pero a la vez orgulloso, inmediatamente accedió por sí mismo a la recepción de aquella comitiva y así se lo hizo saber a su personal de vigilancia.Fueron conducidos por una ancha escalera con escalones de mármol hasta el piso de la dirección general. Las hojas de la puerta se abrieron hacia a la entrada de un gran salón, de casi una media manzana, rodeado de lujosa decoración en su mayoría con los colores representativos de la bandera de su país con estrellitas y otras historias ocultas. Como demarcando el núcleo de aquel gran ambiente, una fuente con la imagen aterradora y profética de los jinetes del Apocalipsis avanzando imaginariamente sobre un gran mapa de la República. Un señor opulento por donde se le mirase, los atendió solícito y complacido de pie frente a su inmenso escritorio. Una gruesa cadena de oro y platino recorría de un bolsillo al otro del chaleco, su prominente abdomen. Su mano derecha se extendió hacía el presidente, mostrando en uno de sus robustos dedos, un ancho anillo en donde descansaba una fulgurante piedra preciosa. Después de las presentaciones, el presidente de la Nación hizo un recorrido visual por el salón. A instancias de un tirón que le hiciera disimuladamente el hombrecito en la parte baja del saco, observó detenidamente una de las paredes en la que se encontraba el gran mapa de la República que contenía cientos de pequeños pinches de diversos colores semejantes a diminutos sombreros de copa, indicando los diferentes sectores en los que la empresa proyectaba efectuar las adquisiciones de materias primas y distribuir los productos que importaran. Aquellos diminutos pinches-púas, coincidían en forma, color y espacio, con los que habían causado el gran desastre en el país.Alarmado por la noticia y el pedido oficial que le hiciera el mandatario de retirarlos inmediatamente, el opulento empresario llamó inmediatamente al país del Norte, donde residía la central.La solicitud fue aceptada a cambio de otro tipo de marcación sin hacerse responsables de los daños ocasionados. Uno a uno fueron extraídos los pinches del gran mapa.Para el país todo quedaba aclarado. A pesar de la indignación que produjo la noticia, se entendieron entonces las raras características de una supuesta invasión extraterrestre provistas de extrañas e incandescentes naves. En el interior del país, lentamente los ritmos fueron adquiriendo normalidad, pero en donde habían caído aquellas enormes púas, quedaron inmensos agujeros profundos, originando nuevas incógnitas y peligros. Inconvenientes difíciles de solucionar en corto tiempo y sin la subvención natural proveniente del Gobierno. Éste se mostraba indefenso para elevar denuncias a nivel Internacional porque sería sancionado –bien suponía-, con trabas comerciales, corriendo riesgo de congelamiento en los capitales propios ubicados en el extranjero.Aquello que caía en los grandes hoyos, nunca se recuperaba. Eran enormes fauces dispersas en todo el territorio que devoraban lo que estuviese a su alcance. Y se sumaban más pérdidas a las ya expuestas.Ante tan delicada situación, la comisión que se había disuelto, fue requerida para un nuevo estudio del problema.Con el Presidente a la cabeza y el hombrecito de grandes y redondos ojos tristes, la comitiva se encaminó hacia el edificio de la Gran Empresa, en donde después de explicarle que el drama nacional continuaba, le exigieron al profuso empresario, una solución urgente. Éste debería hacer algo con los orificios que habían quedado al descubierto sobre el gran mapa y que afectaban al suelo nacional. Fue entonces que realizó una nueva llamada al país del Norte en cuya conferencia telefónica, puso al tanto de los acontecimientos que se habían desarrollado en los últimos días en el país del Sur. Fue así, aunque con muestras de ciertas molestias por parte de aquellos, que recibió autorización para que estudie un sistema que brinde solución al problema.Después de varias consultas con sus subordinados, encontraron lo que creyeron lo más aceptable y expeditivo. Una cuadrilla de empleados, subidos sobre un improvisado andamio frente al gran mapa, inició la colocación de minúsculos círculos de papel adhesivo y de diferentes colores como lo fueron los pinches, sobre cada orificio, a fin de reconocer las zonas según necesidades y proyectos.Cuando hubo llegado la normalidad al país, surgía un nuevo problema derivado del anterior. En las zonas rurales, la tierra blanca no existe y si así fuese, no sería para nada productiva, salvo que fuera nieve o salinas… Y aun siendo de los tonos compatibles, no lo era la superficie. Del papel nada crece, salvo hongos en ciertos casos. En algunas ciudades los problemas no eran menores. La reconstrucción sobre plataformas endebles, donde los cimientos desaparecían con los equipos utilizados, hacía vanos todos los intentos y una base negra o cualquier tono oscuro, hacía más oscura y lúgubre a la ciudad. En otras, donde se repetía el problema pero se diferenciaban los colores y las temperaturas eran elevadas, las calles blancas enceguecían a sus pobladores de día y por las noches impedían el descanso por la fosforescencia que despedían.La nieve roja, naranja, rosa, amarilla, azul, negra, gris, no existe… Es blanca. Los ríos contienen agua y no un gran camalote de papel que se rompe y deja caer su caudal en el hoyo profundo imposible de llenar, ocasionando perturbaciones en las zonas que dejan de recibir los riegos, sin mencionar los trastornos que ocasionan en aquellos que son utilizados por la navegación. Se altera la naturaleza y el desastre ecológico se vaticina cuantioso e irrecuperable. Toda la fauna está confundida en su propio medio alterado.Se hizo inevitable y con suma urgencia, otra reunión cumbre.Nuevamente los delegados de cada provincia enfilaron hacia la capital del país.Nuevamente la comitiva encabezada por el presidente y el hombrecito de grandes y redondos ojos tristes, establecido como el brazo derecho del primer mandatario, se dirigía resuelta hacia el edificio de aquella empresa extranjera.Una nueva exigencia después de explicar las causas que la motivaba, hizo que el opulento empresario del que ya se había borrado la sonrisa de complacencia, realizara un nuevo llamado al país del Norte de donde llegó una repetida autorización un tanto rodeada de fastidio por los problemas que estaba ocasionando el gobierno. Una nueva solución provisoria surgía, pero como todo lo provisorio siempre es precario, la comisión regresó una y otra vez en busca de soluciones definitivas en reclamo a un problema que había ocasionado grandes pérdidas de vidas humanas, económicas y ecológicas, perjudicando notoriamente el ritmo de vida de la Nación en forma totalmente gratuita y sin consentimiento.Fue así que entre reclamo y reclamo, todo fue tomado por el opulento empresario y los del Norte, como una intolerable falta de respeto por las exigencias a las que se veían expuestos.Los del país del Norte dieron la orden categórica para llegar a un término absoluto y definitivo del problema.Después de cancelar la conferencia telefónica, el empresario reunió en un apartado a sus empleados y les impartió las órdenes que deberían llevar a cabo.Como si formaran parte de un ejército alienado y enajenado, subieron todos en perfecta sincronización al improvisado andamio, frente al gran mapa del país y ante los asombrados ojos del presidente, ministros, secretarios, el hombrecito de grandes y redondos ojos tristes y el resto del séquito, aquéllos, ayudados por el opulento empresario, comenzaron a rasgar con furia la carta geográfica en la que figuraba una nación próspera. La convirtieron en miles de pedacitos en los que ya no se reconocían provincias, límites, ni posiciones estratégicas y los fueron introduciendo por esos minúsculos agujeritos dejados por los pinches, hasta desaparecer totalmente. Cuenta la historia de la humanidad, que en el 2050, aquel país que tanto costó levantar y mantener, culminó desvastado por la intolerancia, la indiferencia, el abuso, la ambición y el atropello, producto de las acciones de intrusos habilitados y de las debilidades de los gobernantes nativos, precipitándose reducida en pequeñas parcelas en los enormes agujeros que dejaran aquellas grandes púas, que fueron tragando lentamente cada tramo de tierra hasta desaparecer en un profundo vacío con reminiscencias de territorio.

Tonycarso