viernes, 1 de agosto de 2008

La propuesta



La propuesta


(Deuda cobrada)

Hermosa y sensual, ella. Esbelto y viril, él. Se conocieron en un tórrido verano, cuando ambos sufrían las inclemencias de la soledad.
El matrimonio no la privaba de un amante con quien cubrir el cupo de sus carencias sexuales y mucho menos de enamorarse perdidamente, hasta el punto de cometer numerosos actos de distracción ante su marido.
- Debo tener más cuidado… -Se reprochaba-
Si en algún momento los amantes no accedieron a convivir el resto de sus vidas, juntos, fue por decisión del hombre. Su situación no le permitía sostener un compromiso económico tan delicado.
Con algún criterio se auto rotulaba: “Un imperio en ruinas”. No concebía arrastrarla a una vida de sacrificios en la que, con el correr de los días, el amor se deslizaría lentamente hacia las sombras de los tiempos de ausencias y los cansancios a los que los enfrentaría la Vida, en pos de un bienestar.
Sus bases eran inexistentes y los apoyos, una carencia total. Los esfuerzos por sostenerse eran constantes y arduos. Cada vez que sus pensamientos eran invadidos por la imperiosa necesidad de retenerla, la apartaba de sí con un profundo y sentido suspiro. No era cobarde. No pensaba en él… Tampoco la subestimaba. Su profundo sentimiento no le permitía que ella pasara privaciones.
Le costó mucho dolor, tiempo y tortuosos sueños negociar consigo mismo y compartir sus entregas.
El comienzo fue una cruzada. Vagaba en lo peor de las profundidades asqueado de sí mismo. Muchas veces intentó salir de su camino, pero aquella presencia borraba todo tormento y la fiebre lo obligaba a una entrega sin retaceos al placer de tenerla, aunque más no sea un breve espacio de tiempo que apenas alcanzaba para cubrir instantes en una eternidad.
Tal los momentos de turbulencia febril que ambos vivían en cada encuentro, y tal el huracán de angustia y dolor que padecían cuando se separaban. Sus vidas semejaban más a un infierno que a un vivir en sobresaltos.
Marido y amante se conocieron accidentalmente tiempo después que se iniciara la enmarañada, desprolija e ilegal relación. Aunque no se trataban, sabían de sus existencias, pero sólo uno de ellos conocía la situación real.
Con el transcurrir del tiempo, sus encuentros fueron más continuos y el descuido lo llevó a frecuentar el caserón en el que ella vivía. Si bien el marido sospechaba de la fidelidad de su mujer, no veía en este acompañante con quien ella compartía sus tareas, al hombre indicado.
Un poco por estar embebido en sus investigaciones y otro por debilidad y comodidad, dejaba hacer, disfrutando de su pareja a su manera y según sus necesidades esporádicas.
Cierta tarde de apacible otoño, los amantes arribaron a la casona de regreso de una de las tantas entregas amorosas. En el interior del salón principal, tal vez incentivado por el desafío, él sintió un irrefrenable deseo de poseerla nuevamente y ella correspondió al impulso… Y la sangre corrió surcos de arterias haciéndola arder en voluptuosidad incontenible.
El marido estaría en algún lugar de aquel enjambre habitacional. El peligro de una aparición imprevista no se descartaba y eso lo hacía más interesante, acrecentando el fuego que los consumía.
La cordura de ambos en el fragor de los besos y sus caricias, contempló aquella realidad y no quisieron correr el riesgo.
Buscaron en la desesperación, un rincón que los contuviera, evitando un incómodo encuentro.
Una habitación alejada del complejo principal serviría de refugio, a la que difícilmente se acercaría su marido.
El amante se había adelantado y quedó a la espera. Su estado de alteración lo llevaba a imaginar momentos que intentaría repetir en brazos de aquella mujer para el deleite de ambos.
Ella demoró más de lo previsto. Eso no era normal y alarmó en extremo al hombre apaciguando su entusiasmo. Creyó conveniente retirarse en el anonimato para no comprometerla… Pero al intentar partir, ella llegó sonriendo, hermosa y tentadora. Se la veía relajada. También en ella el fuego del deseo se había apaciguado. La pasión se leía en cada uno de ellos, pero en el aire algo extraño flotaba. Sentándose al borde de la cama, ella le trasmitió la insólita propuesta que le hiciera su marido.
En pleno conocimiento y aceptación de la infidelidad de su esposa, aún desconociendo a su amante, le propuso participar en su hogar, con libertad sexual entre los integrantes de la familia, en un total acuerdo: el matrimonio, las dos sobrinas y el novio de una de ellas… Pero aquél, su amante, debería formar parte sin censuras de ese juego amatorio, desarticulado y morboso.
Todo dio vueltas alrededor de aquel hombre arrogante y viril. Enamorado hasta su propia esencia, no concebía tanta promiscuidad.
La imagen de su entrega al marido, lo castigaba duramente en sus soledades nocturnas, y no soportaría ser testigo pasivo y directo de un hecho que agujereaba su mente y su estómago, al tiempo de aceptar que manos extrañas participaran de ese ultraje. Todo era muy bajo… Tan vil como el haberse enamorado de una mujer casada, alterando todos los tiempos, formas de vida y proyectos en los involucrados.
- Ese hombre está enfermo –Se dijo- … Y yo lo estaría más, si aceptara esta sucia propuesta.
Envuelta en su torbellino, y anticipándose a la decisión de su amante, ella había aceptado la propuesta sin medir las consecuencias.
Confundido buscó las sombras en el salón principal, mientras la sobrina mayor del matrimonio, apoyaba el trasero sobre sus rodillas en una franca demostración de lujuria abierta. Las columnas y la penumbra, ocultaban la figura del amante al marido.
Con dolor lacerante en el alma y con la tristeza golpeando su existencia, observó como aquél pasaba el brazo por la cintura de su amada, depositando la mano sobre la cadera, mientras la trasladaba al ambiente contiguo en total aceptación y placer.
Sus ojos se cubrieron de lágrimas, mientras con furia enfermiza su mente recorría el contenido de aquella figura, maravillosa obra de arte provista por la prodigiosa naturaleza y a la que con sus labios y caricias no había dejado espacio libre sin investigar.
Le dolió la tarde. Le dolió el tiempo. Le dolió la Vida… y sobre todo, le dolió la historia, soportando el temblor de los recuerdos.
En una explosión de impotencia, apartó bruscamente a la joven de su falda. Sintió sus entrañas revueltas y entre náuseas y amagos de vómitos abandonó precipitadamente la gran casona.
Las calles de aquella villa, vieron más tarde a una bella mujer con el rostro bañado en lágrimas, preguntando con angustia en su voz, sobre el paradero de su amado hombre. Nadie logró darle información.
La casona cerró sus puertas y sus ventanas. Casi todos sus habitantes partieron con el tiempo. Aquel marido también había partido llevándose consigo la satisfacción de una deuda cobrada.
Las habitaciones lloraron ausencias y se llenaron de polvo. Los jardines se transformaron en un majestuoso predio invadido por un bosque de malezas. Sólo una anciana se acercaba solícita una vez por semana, para depositar un paquete de alimentos sobre el umbral de la entrada de servicio. Adentro, entre las sombras y una historia sin olvidos, aquella hermosa mujer marchitaba su vida en la hiriente soledad que le regaban los recuerdos. Y con la pena total de no haber logrado comunicarle a su amante que ella, finalmente, había rechazado la propuesta.

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