domingo, 27 de julio de 2008

Aquellos que sin sufrir, ignoran - Prosa

Aquellos que sin sufrir, ignoran


Avasalladora, arrogante, indolente e indiferente te avienes por las calles de las noches de mí andar. Me sustraigo… -Tal vez repetido mil veces, o tal vez sólo mencionado en alguna-… Te cancelo, hasta intento no permitirte la entrada, pero débiles las defensas se repliegan y llenas los espacios con los sones de tu ingreso… Y es entonces cuando aspiro nuevamente el perfume de tu piel alejada, escondida, evadida… Es entonces que enciendes la luz en mi entorno con la mirada de… ¡OH contradicción!… tus oscuros ojos… Es entonces que me abandono a tu antojo y me detengo siempre mirando hacia el norte, ora hacia el este, ora hacia el oeste o también “mirando al sur”… según me encuentre en posición a tu casa… Y elevo sobre los edificios mis ojos que lanzan sus miradas ansiosas con el febril deseo de encontrar sobre los tejados algún mensaje que dejaras como al descuido, con el que alientes mi dura espera.Con el suspiro sostenido, bajo pesaroso la mirada desde aquellos montes imaginarios, y es ahí entonces cuando, asumido el orden que impone crudamente la realidad entre baldosas flojas, veredas en sombras, calles desiertas y un silencio que sobrecoge la soledad de mi alma…, sucumbo ante la orfandad del amor.Expulsado el suspiro, aspiro y respiro tan profundamente que queda la sensación de haber sustraído al mundo su oxígeno y extiendo mis manos etéreas, sostengo a mi alma dolida y la atraigo hacia mi pecho, intento abrigarla con el calor que le falta y la guardo en el bolsillo de los tesoros del hombre, apartándola de las gélidas actitudes de los que se alejan, de los que ausentes, ignoran.

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